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Reportaje:

Presos fuera de juego

El equipo de fútbol sala de la cárcel de Soto, excluído de la Liga por el miedo de sus rivales a jugar en la prisión

El equipo de fútbol sala de la madrileña cárcel de Soto del Real (1.495 internos) esperaba cada semana con impaciencia su partido oficial en la Tercera División. Un grupo de 15 reclusos se preparaba cuatro horas diarias y se tomaba la competición como un escape a su vida prisionera. El equipo disputaba todos los partidos, incluidos los de fuera, en la prisión, puesto que los jugadores son penados (con condenas de 6 a 14 años) y no pueden salir de la prisión hasta cumplir una cuarta parte del castigo.El año pasado ganaron su Liga y fueron el equipo más deportivo: en 30 partidos sólo registraron una expulsión por doble tarjeta amarilla. Pero el equipo Madrid V (nombre de esta cárcel, que en los últimos meses ha sido objeto de numerosas críticas por su inseguridad) no va a poder brillar esta temporada. La Federación Madrileña de Fútbol Sala los ha excluido de la Liga porque sus rivales se niegan a acudir a la prisión bajo dos argumentos: la inseguridad y la tremenda burocracia que deben superar para entrar a la prisión a jugar.

En años anteriores, el equipo de la cárcel de Soto había acordado pagar a sus rivales los gastos de arbitraje a cambio de que los equipos se desplazasen al centro. De este modo, el rival sólo tenía que enviar antes del jueves los nombres completos, edad y carné de identidad de jugadores, entrenadores, delegados y aficionados. La documentación era remitida para su tramitación a la Dirección General de Instituciones Penitenciarias.

Al comienzo de esta temporada, el equipo se inscribió en la Tercera División, renunciando a subir de categoría por motivos administrativos. Los problemas, según la propia federación, comenzaron a raíz de un partido que se disputó en la cárcel en la segunda jornada. "En el descanso, con el marcador 2 a 2, se abrieron las puertas del pabellón y entraron en el recinto más de 300 presas que no pararon de increpar a jugadores y familia", comenta Julio Cabello, vicepresidente de la Federación Madrileña de Fútbol Sala. "El equipo perdió el encuentro porque sus jugadores estuvieron más pendientes de los incidentes de la grada que del juego".

En la siguiente jornada, se disputaba el Guadalix-Soto. Como venía siendo habitual, el encuentro debería disputarse en el interior del recinto carcelario. Pero el Guadalix de la Sierra no se presentó. Su delegado, Millán Villalvilla, explicó que el centro "no garantizaba la seguridad de los acompañantes y ponían muchas trabas burocráticas".

Sin embargo, para sorpresa de los jugadores de Soto, el comité de Competición les dio el partido por perdido al no acudir al campo del Guadalix. Fernando Pérez, el entrenador de los reclusos, relata que "a partir de ese momento, el resto de equipos rivales empezaron a utilizar esta táctica: no presentarse al partido para llevarse a casa la victoria".

En esta línea, los jugadores del Pinto llegaron incluso a celebrar una asamblea para discutir si jugaban en la cárcel de Soto. "Algunos chicos tenían miedo y también estaban atemorizados sus padres, al final votamos y renunciamos a jugar, pero sin saber que nos iban a dar los tres puntos", dice Pedro Rus, vicepresidente del Pinto.

El pasado 13 de febrero, la Federación Madrileña de Fútbol-sala, en aplicación del artículo 201 del reglamento (que castiga las incomparecencias), acordó la expulsión del equipo de la cárcel ante la negativa del resto de equipos a acudir a la prisión. "El problema", dice el vicepresidente de la federación, "es que la situación en la cárcel de Soto ha cambiado. De ser un penal de cinco estrellas, sin problemas y con presos penados, a ser una cárcel con incidentes debido al cierre de Carabanchel y a la llegada de tantos presos preventivos que han creado más inseguridad". La federación no comunicó la decisión al presidio. El fallo sólo se colocó en el tablón de anuncios de la sede federativa.

Los presos integrantes del equipo firmaron un comunicado denunciando la injusticia que se cometía: "Nuestra expulsión se ha llevado a cabo sin ninguna circunstancia que la justifique; se nos ha mostrado una actitud intolerante, quebrantando de forma deliberada el acuerdo pactado". "Estamos destrozados, nuestro ánimo está por los suelos", dijo ayer un recluso a través de un portavoz del equipo, "esto ha supuesto un duro golpe para nosotros". Otro interno fue más contundente: "Se nos priva de la oportunidad de ilusionarnos y de demostrar nuestro amor al deporte".

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