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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Saber beber

Los datos sobre el consumo de alcohol en España, recientemente hechos públicos por el delegado del Plan Nacional sobre Drogas, Gonzalo Robles, son tan alarmantes como los que desde hace al menos dos o tres lustros vienen reflejando periódicamente el desmedido gusto de muchos españoles por la bebida y las graves consecuencias sociales, laborales, intelectuales y familiares que produce. Las últimas encuestas señalan que casi 300.000 españoles siguen emborrachándose diariamente, sobre todo jóvenes menores de 29 años; que uno de cada tres españoles se inicia en la bebida antes de cumplir los 16 años; que un 50% de los accidentes de tráfico tiene como protagonista a un conductor ebrio, y que la mitad de los jóvenes muertos el fin de semana al volante de un coche tienen índices de alcohol en sangre superiores a los permitidos. España ocupa el cuarto lugar mundial en porcentaje de personas consideradas alcohólicas y la bebida sigue siendo la tercera causa de mortalidad.Globalmente, pues, las cifras sobre el consumo de alcohol en España son tan preocupantes ahora como hace diez o quince años. Lo cual pone de manifiesto que es poco lo que se ha avanzado desde los poderes públicos, la comunidad escolar y el entorno familiar para prevenir, sobre todo, a los sectores más jóvenes de la población sobre los excesos en el consumo de alcohol, salvo lamentarse de ello sin mayor consecuencia. En lo que sí parece haber algún cambio es en los patrones de consumo: la ingesta de alcohol tiende a disminuir a diario, al tiempo que se incrementa sustancialmente los fines de semana, lo que explica que la mitad de los fallecidos en accidente de coche en esos días den positivo en la prueba de alcoholemia. También es un cambio que las jóvenes adolescentes, entre los 14 y 18 años, hayan tomado la delantera a los chicos de su misma edad en el contacto con la bebida, aunque sean ellos quienes terminen por beber en mayor cantidad.

La conciencia individual sobre los peligros que conlleva el abuso del alcohol sería la forma más eficaz de impedir que las próximas estadísticas sobre el consumo de alcohol en España fueran tan alarmantes. Pero, ¿cómo pueden los jóvenes aprender a beber si una parte importante de la sociedad española -el 53%- es tan tolerante frente a la bebida que considera que tomarse seis copas no supone el menor problema? Saber beber está en nuestra cultura, pero esa sabiduría discierne muy bien el cómo y el cuándo beber y, desde luego, es incompatible con el exceso fuera de control y con unas connotaciones como convertir a la bebida en símbolo de masculinidad, forma de lucir una mayoría de edad que no se tiene o alivio químico de pesares personales o sociales. Sería necesario, pues, que la sociedad española tomara mayor conciencia sobre el peligro del alcohol, al menos igual a la que manifiesta ante otras drogas. Pero los poderes públicos no pueden quedarse con los brazos cruzados ante una práctica social que incide directamente en la salud pública y cuyas víctimas potenciales son jóvenes y adolescentes de personalidad todavía inmadura, sin suficientes defensas ante el culto social al alcohol.

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