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Clinton prepara una declaración de perdón por las consecuencias de su vida sexual

Bill Clinton no brindará, al menos en público, con champaña tras su absolución por el Senado en la noche de hoy o a lo largo de mañana. Al contrario, el presidente de Estados Unidos, según informó ayer su portavoz, Joe Lockhart, planea efectuar al término del juicio una declaración pública para expresar su contricción por el daño causado al país por el caso Lewinsky. La Casa Blanca cree que una exhibición de euforia podría volverse contra el presidente. La mayoría de sus compatriotas, según todos los sondeos, nunca ha querido su destitución, pero también han rechazado su comportamiento en este asunto de sexo y mentiras.

La victoria de Clinton en la batalla del juicio en el Senado puede ser más amplia de lo previsto. Mientras que la práctica totalidad de los 45 senadores demócratas confirmaban ayer su intención de declararle inocente de las dos acusaciones -perjurio y obstrucción a la justicia-, en las filas de los 55 republicanos aparecían serias grietas. Jim Jeffords, senador republicano por Vermont, anunció que votará en contra de los dos cargos y añadió que otros seis correligionarios moderados pueden hacer lo mismo.Es probable que la acusación de perjurio ni siquiera obtenga una simbólica mayoría simple, mientras que la de obstrucción a la justicia podría superar la barrera de la mitad de los votos. Las dos quedarán, en cualquier caso, muy lejos de obtener la mayoría de dos tercios requerida para destituir al titular de la Casa Blanca por "graves crímenes y fechorías".

Los 100 senadores continuaron ayer sus deliberaciones a puerta cerrada. Trent Lott, el líder de la mayoría republicana, les urgía a no agotar el tiempo de 15 minutos de discurso por cabeza al que todos tienen derecho. Unos le hacían caso; otros, no. Al ritmo que ayer llevaban, la votación final podría producirse en hora tardía de hoy o, a lo más tardar, mañana. Una vez celebrada esa votación, el Senado dejará de estar constituido en tribunal y hará un receso. El juicio habrá terminado.

Pese al secreto que pesa sobre esta fase de deliberaciones, varios senadores se las arreglaron para difundir sus discursos. "No puedo dejarles a mis hijos y nietos la herencia de que el presidente está por encima de la ley y puede obstruir sistemáticamente la acción de la justicia tan sólo porque los sondeos le apoyan y el índice Dow Jones está alto", dijo el republicano Slade Gordon. Gordon anunció que votará contra el cargo de perjurio, pero a favor de destituir a Clinton por obstrucción a la justicia. Adelantando que se opondrá a las dos acusaciones, el veterano demócrata Edward Kennedy argumentó: "La intención de los redactores de la Constitución fue que no se anulen unas elecciones salvo en casos extraordinarios que pongan en grave peligro a la nación". Su correligionario Tom Harkin fue más lejos y leyó su discurso a la prensa antes que en el hemiciclo. Harkin defendió con pasión a Clinton. El Senado seguía barajando la posibilidad de aprobar una moción de censura del presidente inmediatamente después del término del juicio o al regreso de su receso.

Castigo simbólico

El propio Clinton, según informó Joe Lockhart, "reconoce el carácter erróneo de su comportamiento" y "está abierto a la idea de ser censurado". Pero seguía siendo la minoría demócrata la que hacía presión a favor de ese castigo simbólico una vez absuelto el presidente. El objetivo de los correligionarios de Clinton, denunciaban los republicanos, es "tener una cobertura" para sus votos a favor de la salvación del presidente. "El caso Lewinsky," dijo el republicano Larry Craig, "debe terminar con la sentencia del Senado. Los historiadores y las generaciones futuras juzgarán el comportamiento de cada cual en este asunto". La mayoría de los republicanos se inclinaban por no darles a los demócratas la posibilidad de "salvar sus conciencias y su imagen ante los historiadores con una mera condena verbal" del comportamiento de Clinton. Para poder ser debatida una moción de censura debería contar con el apoyo previo de 60 de los 100 senadores, el mínimo requerido para forzar la operación de filibusterismo o bloqueo anunciada por el senador republicano Phil Gramm.

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