Parlamento

Asisto entre atónito y perplejo al sorprendente espectáculo que estos días nos han brindado de forma gratuita los voceros locales del autoproclamado nuevo centro político, cuando sin el menor recato y a la menor oportunidad descalifican en los medios adeptos al gobierno del señor Zaplana, la institución por excelencia del sistema democrático, es decir al Parlamento. El artículo 10 de nuestro Estatuto de Autonomía regula con exquisitez y de manera pormenorizada las funciones de las Cortes Valencianas, siempre manteniendo como referente inmutable que el Parlamento representa al pueblo, que es lo mismo que decir que en él se residencia de forma inequívoca la soberanía y por consiguiente es legítimo entender que las descalificaciones dirigidas a la institución parlamentaria por portavoces cualificados del Partido Popular no son ni más ni menos que un desprecio absoluto y en cualquier caso incomprensible en clave democrática al pueblo soberano representado en el Parlamento. Lo más preocupante a mi entender es que en excesivas ocasiones se confunde de forma premeditada, lo cual es un agravante, la ostentación de la mayoría parlamentaria con lo que yo llamo disfrute de zonas de impunidad política, porque el hecho de que el Legislativo quiera y reivindique cumplir con una de sus funciones esenciales, que es sin duda la fiscalización de la acción gubernamental no puede en ningún caso aparecer como algo excepcional, si no todo lo contrario. Cuando un gobierno se siente indebidamente atacado por el atrevimiento parlamentario de convocarlo a examen, es legítimo pensar que en el fondo lo que se desearía es limitar al máximo la función parlamentaria, ya que probablemente de esa manera fuera más cómodo y llevadero ejercer el mando. La alcaldada ha sido una institución hondamente arraigada en nuestra historia política, tal vez los antecedentes municipalistas de algunos miembros del gobierno popular les hayan marcado de por vida en su quehacer político. En cualquier caso, y sin tener que recurrir a aquello de ¡Viva Cartagena!, hay que manifestar con energía y rotundidad que carecen de absoluta legitimidad y credibilidad las críticas vertidas hacia nuestro Parlamento por el simple hecho de cumplir con su obligación y deber, sólo cabe pensar que los ataques dialécticos y mediáticos dirigidos a la Cámara sólo tienen por objetivo plausible escabullirse del legítimo y necesario control democrático.- Francisco Serrano Martín. Valencia.