El entierro de Hussein impulsa el proceso de paz en Oriente Próximo

El entierro del rey Hussein de Jordania se convirtió ayer en una inusual concentración de jefes de Estado y de Gobierno de más de medio centenar de países en homenaje al legado de paz que deja el monarca desaparecido. El encuentro permitió el cruce de palabras o de saludos entre enemigos irreconciliables. En la misma ceremonia compartieron espacio, por ejemplo, el presidente de Siria, Hafez el Asad, y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.

Más llamativo aún fue el apretón de manos entre el líder de una de las facciones palestinas más radicales, Nayef Hawatme, y el presidente de Israel, Ezer Weizman. Entre los invitados estaban el presidente norteamericano, Bill Clinton, y el vicepresidente iraquí, Taha Mohiedín Maruf. Los reyes de España participaron en la ceremonia junto a la familia real en pleno. Incluso Borís Yeltsin, desoyendo los consejos de sus médicos, abandonó su larga reclusión en hospitales y sanatorios para estar presente, aunque tambaleante, en esta histórica ocasión. Benjamín Netanyahu expresó su esperanza de que el entierro de Hussein sea también "un nuevo punto de partida" para reactivar el proceso de paz en Oriente Próximo. El primer ministro británico, Tony Blair, sugirió que la mejor manera de rendir homenaje a Hussein consiste en potenciar la vía en la que el rey había trabajado arduamente durante los últimos años de su vida, es decir, el camino de la paz. El largo cortejo fúnebre por las calles de Ammán -precedido por el caballo blanco del rey- fue otra ocasión para comprobar el sentimiento de desolación que se ha apoderado de Jordania. Decenas de miles de personas salieron a las calles para despedir los restos del rey, que fueron depositados por su hijo Abdalá, el nuevo monarca, junto a los de su padre y los de su abuelo.