Líbrame de mis abogados, que de mis enemigos ya lo haré yo...
Cada vez que el abogado de Arturo Romaní, José Rofes, intenta sacar partido en una declaración, termina por meter hasta su pechuga. Ha ocurrido en múltiples ocasiones. La más reciente, antes de la escena de ayer, ocurrió con Roberto Mendoza, cuando precisamente una pregunta de Rofes le permitió al vicepresidente de JP Morgan explicar que el Banco de España tenía sus razones legítimas para preocuparse por la situación de Banesto y que él respetaba y acataba la decisión del banco emisor. Ayer, Rofes preguntó a James McMahan cómo había sido eso de que Romaní le había dicho a Air Products que debía pagar en Suiza, en abril de 1990. McMahan le explicó que en una conversación telefónica con Ronaldo Sullam, entonces vicepresidente de Air Products, Romaní le indicó que el pago debía hacerse en Suiza a una cuenta bancaria de un bufete, Homburger Achermann, a la atención del abogado Peter Widmer.
Como Rofes insistiera varias veces, McMahan se lo dijo claro: "En la reunión del 4 de abril de 1990, después de firmar el contrato de las opciones, Romaní nos habló del pago en Suiza. Nosotros le explicamos que estaba en marcha y que así se haría. Entiendo que, por tanto, Romaní nos habló del asunto".
Los abogados muchas veces son engañados por sus clientes. Y por tanto tienen que andarse con cuidado. En su sueldo también está el proteger a sus clientes de la parte más sórdida de su personalidad y actuar con cautela. Unos lo hacen, otros no.
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