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Reportaje:

41 balas en el Bronx

Cuatro policías acribillan a un inmigrante guineano en la puerta de su casa en Nueva York

En Nueva York se aleja a pasos agigantados el fantasma de la delincuencia, pero no el de los excesos policiales. En la madrugada del pasado jueves, cuatro agentes de policía descargaron nada menos que 41 balas sobre el cuerpo de Amadou Diallo, un inmigrante guineano de 22 años, en la puerta de su casa. Al parecer volvía de cenar y no llevaba armas. "A sangre fría", titulaba a toda página ayer The New York Post. La ciudad se sumergía en una nueva catarsis sobre su relación con las fuerzas del orden, similar a la vivida en 1997 con la brutal paliza al haitiano Abner Louima. Los agentes involucrados esta vez están de baja administrativa y aún no han declarado, a la espera de que el fiscal del Bronx abra la inminente investigación. Dos de ellos, Edward McMellon y Sean Carroll, de 26 y 35 años, respectivamente, tendrán que buscarse una buena explicación, pues no dejaron de disparar hasta que vaciaron cada uno las 16 balas de sus pistolas de 9 milímetros. Kenneth Boss y Richard Murphy aportaron el resto de los proyectiles.

Amadou Diallo dejó a su familia en Guinea y llegó a Nueva York hace dos años y medio, y era vendedor ambulante. Como muchos inmigrantes, se dedicaba a vender calcetines, guantes, gorros, cintas de vídeo y otros accesorios en un puesto callejero en el centro de Manhattan. Era musulmán y practicaba la oración cuatro veces al día. Por las noches compartía un apartamento en el barrio del Bronx con dos amigos. El miércoles por la noche llegó a su casa y después de hablar un rato con ellos bajó a cenar.

Era aproximadamente la una menos cuarto de la madrugada. Los cuatro agentes sospechosos iban a bordo de un coche de policía camuflado, patrullando en busca de un violador por las inmediaciones. No se sabe cómo ni por qué, los agentes bajaron del coche y se acercaron a Diallo cuando éste volvía a entrar en su edificio, hubo alguna discusión y luego dispararon 41 balazos casi a bocajarro. Al menos la mitad de las balas impactaron en el cuerpo del inmigrante.

Las balas quedaron esparcidas por toda la acera, las puertas, las paredes, el vestíbulo del apartamento e incluso una penetró en el salón de la casa de la víctima, que vivía en la planta baja. Diallo falleció por heridas múltiples de bala en el torso, según el forense. Se cree que no hay testigos presenciales, aunque después del tiroteo todos los vecinos salieron a la calle alarmados por el escándalo y los improperios que al parecer gritaban los policías.

El alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, se presentó en la escena del crimen y declaró a la prensa: "Tenemos que esperar y reaccionar ante los hechos. En esta ciudad ha habido terribles equivocaciones cuando la gente ha reaccionado ante rumores, intuición y sentimientos".

Reaccionando, erróneamente según Giuliani, ante el cadáver de su amigo, una mujer declaró a The New York Times: "En nuestro país tenemos una situación antidemocrática y por eso venimos aquí. No esperamos que nos maten los defensores de la ley". Familiares de la víctima han declarado que Diallo había pedido asilo político en Estados Unidos. Aunque esto no se ha comprobado, sí se sabe que era un inmigrante legal y que no tenía antecedentes policiales. El retrato de la víctima ofrecido por familiares y amigos es el de un joven tímido, trabajador y extremadamente simpático.

"La policía me dijo que fue un error", declaró a un periódico local Momodou Kujabi, uno de los compañeros de piso de Diallo. Un portavoz de la policía dijo que todavía no se explica qué pudo ocurrir. El jefe del departamento, William Safire, reconoció que "fueron muchos tiros". Tres de los policías sí habían estado involucrados anteriormente en tiroteos, y sobre uno de ellos hay una investigación abierta por haber matado a un hombre en 1997 en Brooklyn.

El departamento de policía de Nueva York es el más grande de Estados Unidos, con 38.000 agentes. Según Amnistía Internacional (AI), el departamento pagó 24 millones de dólares (unos 3.600 millones de pesetas) en daños y perjuicios por el ejercicio injustificado de su autoridad en 1994. El uso excesivo de violencia por parte de la policía es difícil de cuantificar, pero AI ha tratado en la última década más de 90 casos de abusos físicos, tiroteos, muertes en custodia y otros.

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