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Entrevista:DESVÁN DE OFICIOSSEÑORA DE LOS LAVABOS

"Aquí, las mujeres siempre hablan de hombres"

María Zamora lamenta la desaparición de su "higiénico" trabajo, del que ella se jubila esta semana

El suyo, más que un oficio, es un trabajo. O era, porque María Zamora de la Cruz se jubiló ayer. Sin su delantal blanco de puntillas, los lavabos del teatro de La Latina estarán más solos. Y menos surtidos: Maruja se lleva con ella los útiles capaces de arrancar una propina extra de las clientas. El mandil impoluto, una blusa clara y un cenicero grande con alguna moneda de reclamo han sido su uniforme durante 14 años de ejercicio subterráneo. Maruja lo abandona sin pena y con incertidumbre. "Como llevo toda la vida trabajando, estoy encantada de jubilarme, pero no sé si echaré de menos esto, ni si me llegará con la pensión", afirma.

El gerente del teatro, Ángel Gutiérrez, asegura que hay relevo previsto, pero no inmediato, para Maruja. De ser así, este coliseo se mantendría entre los escasos recintos de ocio que perseveran en sostener el empleo de señora de los lavabos. Una figura siempre femenina y antaño habitual en los aseos públicos, incluidos los evacuatorios municipales (casi todos cerrados o con apertura previo pago). "Quizá yo soy la última del gremio", aventura Zamora en vísperas de cumplir 65 años.

"Es una pena que nuestra figura vaya cayendo, porque es muy necesaria. Damos higiene", defiende Maruja. Ella no sólo ha proporcionado limpieza después de cada uso a los ocho retretes femeninos del teatro, sino también, atención a las clientas. Cada tarde ha colocado primorosamente junto a los lavabos una serie de útiles a disposición de las espectadoras: bobinas de hilo, botones, una caja de calmantes y otra de aspirinas, peines, crema de manos, un bote de laca, un frasco de colonia, fuego para el cigarrillo; compresas también, pero previa petición. El san Pancracio ya no está: se lo robaron. "Entre todas estas cosas, la gente encuentra lo que necesita y te da más propina", razona la mujer.

-¿Cuánto le dan?

-Lo más normal son cinco duros. De media, he venido sacando unas 1.200 pesetas diarias. Es una ayudita, pero pesa en el bolso. Una hucha cotidiana y casi reciente para la mujer que ha limpiado el teatro por las mañanas durante 38 años. En los últimos 14, desde que enviudó de un acomodador de la sala, Maruja ha tenido también jornada vespertina: en los lavabos de señoras, ubicados en el sótano. En los de caballeros, justo enfrente, nunca hubo tutela. Y ello pese a que, según la señora Zamora, los varones van mucho más al servicio que las féminas. "Ellos dicen que nosotras somos más meonas, pero no es cierto. Muchas veces sólo venimos al aseo a arreglarnos", aclara.

Tres lustros de ejercicio sentada en una silla han permitido a Maruja hacer muchas lecturas, bastantes jerseys, algo de costura y un curso involuntario de psicología femenina. -

¿Por qué las mujeres suelen ir al aseo de dos en dos?

-Algunas porque tienen miedo de venir solas tan cerca del baño de hombres, pero la mayoría aprovecha la ocasión para charlar con la amiga.

-¿De qué hablan aquí?

-Pues de hombres. Las jóvenes se cuentan cosas de los novios. Las mayores hablan de los maridos, de si son o no tacaños sobre todo. Y todas, grandes y chicas, se miran al espejo; eso no falla.

En su atalaya reluciente, Maruja también ha sido depositaria de secretos, como la confesión de aquella dama madura: "Esta tarde vengo con un apaño, pero mañana no saldré con él, porque a nuestras edades, todos los días es mucho". Amén de saber escuchar, la simpatía resulta "imprescindible" para redondear con propinas el sueldo que paga la empresa, señala la mujer.

Charlas y confidencias se interrumpen cuando suena el timbre de la función. Las obras sin intermedio no son del gusto de la señora Zamora: restan clientela. En cambio, le permiten subir a echar un vistazo al escenario. Para ella, el teatro, más que en géneros, se divide en piezas buenas y malas; la calidad va en función de la risa que provocan. "Si la gente se divierte, da más propina".

- ¿Cuáles han sido para usted las mejores obras en este teatro tan dado al humor?

-Las de la Lina . El público se reía mucho y las mujeres bajaban aquí tan contentas.

Al acabar la conversación, Maruja aún no acaba de creerse que saldrá en el periódico. Ella, que siempre se sintió inferior a los demás, "porque este trabajo es lo menos que hay". Ella, que siempre envidió la suerte de la encargada del guardarropa, "porque ve la calle y la cara de los invitados a los estrenos". Ella, que dobla el delantal y dice adiós. Para siempre.

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