El magnate Berezovski sometió a espionaje telefónico a Yeltsin y a su familia para chantajearles
Puede que la renuncia de Yuri Skuratov como fiscal general de Rusia no sea ajena a la investigación sobre un caso que tiene como protagonistas al presidente Borís Yeltsin y al magnate Borís Berezovski. La dimisión se hizo pública el mismo día (el martes) en que agentes enmascarados irrumpían en las oficinas de la petrolera Sibnetf, controlada por Berezovski. Este registro y otro en la empresa de seguridad Atoll permitieron, según fuentes de la fiscalía, hallar pruebas de que Yeltsin y su familia han sido objeto de espionaje telefónico para someterles a chantaje. Skuratov abrió una investigación cuando Moskovski Komsomolets publicó, la semana pasada, que Atoll, supuestamente ligada a Berezovski, tenía pinchados, entre otros, los teléfonos de Yeltsin y de su hija y asesora, Tatiana. "El registro ha sido positivo", declaró ayer Vladímir Kazakov, jefe del departamento de investigación de la fiscalía. "Ahora tenemos que estudiar los materiales". Por su parte, el vicefiscal general, Mijaíl Katishev, declaró que el caso terminará en los tribunales y que "gente importante" se sentará en el banquillo. Se ignora si las pruebas incluyen cintas de conversaciones de Yeltsin o de miembros de su corte, y si el contenido de éstas las convierte en materia prima para chantajes.
No es probable que Berezovski se deje cazar. Su poder económico y mediático, unido a una habilidad maquiavélica para moverse en aguas turbulentas, será muy difícil de vencer. Su procesamiento supondría una conmoción en Rusia. Ha estado detrás, o cerca, de todas las crisis de los últimos años.
Su candidato a presidir el Gobierno tras el cataclismo del 17 de agosto no era Yevgueni Primakov, y su relación con él ha derivado hacia una guerra abierta. Desde la primera cadena de la televisión (ORT) y desde su influyente periódico, Nezavisimaya Gazeta, llueve el veneno contra Primakov.
Puede que Berezovski haya sobrevalorado sus fuerzas o minusvalorado las de Primakov. Su control de la ORT está en peligro, al igual que el de Aeroflot. Ayer mismo, el director general de la compañía, Valeri Okulov (casado con otra hija de Yeltsin), se deshizo de tres altos cargos que sólo obedecían las órdenes de Berezovski.
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