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El artista Fabio Mauri presenta en la Sala Montcada su alegato antibélico

Los conflictos bélicos en la reciente historia europea han servido siempre para desarrollar el trabajo de Fabio Mauri (Roma, 1926), que proclama con sus piezas y sus acciones la absurdidad de la guerra. Esta reiteración temática le ha permitido analizar las paradojas y los mecanismos de fascinación de la guerra. La Sala Montcada de Barcelona muestra hasta el 21 de marzo la exposición Mi prima Marcella y la guerra civil, en la que se evoca la pequeña epopeya vivida por una prima del artista en la Barcelona de la contienda.

"Yo he visto la guerra. La guerra es lo opuesto a todo, ya que para mejorar la propia existencia tienes que negar la existencia de la vida", explica Fabio Mauri, histórico representante del arte del compromiso social Su prima Marcella Paparozzi se hallaba en España en 1936. Al iniciarse el conflicto, rápidamente se alistó en las milicias populares y fue asignada a la escuela del Trabajo de Barcelona, que había sido acondicionada como hospital. La relación familiar de Mauri con un personaje vinculado a Barcelona y a la guerra encajó perfectamente con el encargo de realizar una pieza especial para la Sala Montcada. La pieza que da nombre a la exposición es un conjunto organizado de objetos reales que evocan el momento y la circunstancia que vivió la prima Marcella en España. "Es una pieza tan reciente que la noche anterior a su embarque me encontraba realizando el último retoque", explica Mauri Junto a esta pieza central se exhiben una veintena de obras que giran en torno a diversos puntos de reflexión sobre la guerra. Mauri utiliza objetos bélicos reales cuya utilidad queda distorsionada con su labor de denuncia. Estos elementos están situados sobre placas metálicas que, además de su apariencia de lienzo castigado por el tiempo, evocan el material con el que están construidos los pertrechos de guerra. Sistema imbécil Fabio Mauri confiesa que llevaba una vida apacible hasta que llegó la II Guerra Mundial. Proveniente de una familia de militares, Mauri canalizó su espíritu artístico e inconformista a la creación, junto con el cineasta Pier Paolo Pasolini, de la revista Il Setaccio, tribuna cultural y artística desde la que contemplaba el devenir del régimen fascista, que el consideraba ante todo "un sistema imbécil". Mauri nunca entendió los valores de ese régimen político, basado en el culto a la personalidad, la hombría y un desmesurado gusto por los desfiles. "Ante todo era un régimen en el que para conseguir una promoción en el aparato del Estado era necesario ser un necio y un inútil. Cuanto más mejor". A pesar de la perplejidad que le producía el mandato de Mussolini, la infancia de Mauri había sido feliz, pero la visión de los aviones ingleses sobrevolando la zona del Adriático le cambió la percepción del mundo. "La guerra me dejó marcado para toda la vida", dice. Tal fue la impresión que incluso estuvo internado para reponerse del impacto psicológico del conflicto bélico. Su trabajo artístico quedó impregnado de su experiencia personal y a lo largo de su dilatada carrera las exposiciones y performances que ha realizado por todo el mundo han ido encaminadas a una reflexión y a una perpetuación de la memoria histórica de los conflictos bélicos que se han producido en toda Europa. "Doy mucha importancia a la experiencia, y la memoria es la recreación de la experiencia. Por eso trato de recordar continuamente el pasado". Esta obsesión del artista queda plasmada en una de las piezas más singulares de la exposición: un reloj cuyas manecillas giran a la inversa. Para Mauri existe incluso cierto paralelismo entre la guerra y el arte. "Dedicarse al arte no es una profesión tranquila, hay que permanecer siempre combatiendo". Otra de las obsesiones de Mauri con relación a la guerra es su poder de fascinación. "Es una aventura, que altera y sugestiona al individuo, pero que no conduce a ninguna parte", explica el artista, que además lamenta que "sean los jóvenes la materia prima para hacer la guerra".

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