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Salvar el espíritu olímpico

(...) Los políticos y hombres de negocios que expresan hoy su indignación con los métodos que presuntamente se han utilizado para hacer de Salt Lake City la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno 2002 demuestran o bien candor o bien doblez. Dicen los cínicos que el soborno y los juegos olímpicos han ido a menudo de la mano. Pero el soborno y lo que el Comité Olímpico Internacional llama espíritu olímpico, no. Por eso han tardado tanto en aflorar las pruebas de corrupción. Desde que en Los Ángeles 1984 se vio que los Juegos podían ser más una bendición económica que una carga, la dirección del COl, las empresas de televisión, los patrocinadores publicitarios y las ciudades candidatas han visto más fácil taparse la nariz que deshacerse del hedor. (...)

El riesgo más palpable para el COl es que las pruebas aumenten, el público se vea consternado, los patrocinadores cojan miedo y las televisiones pierdan interés; los juegos olímpicos modernos morirían así lentamente. Y eso sería una pena, no ya sólo para el nivel de vida de los miembros del COl y para los ingresos de los atletas, sino para millones de aficionados de todo el mundo que disfrutan del deporte. Sean cuales sean los fallos en la realidad olímpica, merece la pena defender sus ideales de excelencia deportiva, juego limpio y hermandad por encima de barreras raciales, religiosas, políticas y nacionales. (...)

La mejor solución no es volver a crear el sistema desde cero, sino reformarlo. Y ello debe implicar algo más que la expulsión de un puñado de miembros del COI. (...)

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, 29 de enero

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