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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Asombro

Acabo de leer el artículo de opinión que el profesor Culla i Clarà dedica a la conmemoración del 175º aniversario de la Superintendencia General de la Policía del Reino en su número de 19 de enero. Y no salgo de mi asombro.El profesor Culla se muestra tremendamente ofendido de que el actual Cuerpo Nacional de Policía se manifieste heredero de aquel que usó su majestad Fernando VII para la represión indiscriminada de liberales, librepensadores y demás, con el peregrino (a mi juicio) argumento de que "la actual policía democrática española, defensora del pluralismo y guardiana de los derechos humanos", no puede ser, en buena ley, sucesora de la de aquellos "días más negros de la Ominosa Década".

Si resulta que vamos a pedir declaraciones de principios democráticos de intachable cumplimiento a todos nuestros ancestros, deberíamos renegar no solamente de la policía, que hasta nuestros días no ha sido sino un instrumento del poder y no al servicio del ciudadano, sino también de todo el resto de nuestras instituciones: desde los regimientos concejiles, reducto de las oligarquías locales y puestos a su disposición desde su establecimiento en los siglos XII-XIII, hasta la monarquía, patrimonial hasta el siglo pasado, pasando por las Cortes, organismo tradicional de representación de las mismas oligarquías locales; el Ejército, bien mercenario bien de leva, pero siempre con una función eminentemente represora; las reales academias, órganos elitistas donde los hubiere; las órdenes militares; las fiestas populares, símbolos las más de las veces de guerras, tomas, conquistas y matanzas, etcétera.

La memoria es la madre de la Historia y de la historia, tanto de la académica como de la existencial. Si renegamos de nuestra memoria, si no la contemplamos con el necesario distanciamiento, si no adaptamos nuestros puntos de vista a las realidades coetáneas de los fenómenos que estudiamos, corremos el riesgo de movernos constantemente ya no en el anacronismo, sino en la aberración. Realmente es una pena que la policía fernandina no hubiera estado impregnada de nuestros valores democráticos, ya que solamente con eso se hubiera dado trabajo a una o dos generaciones de investigadores para intentar explicar una aberración crono-ideológica de semejante magnitud. Que nuestros abuelos hicieran "la guerra al infiel" no implica que tengamos que hacerla nosotros, pero ellos morían felices haciéndola. Felices y justificados. La Historia no es políticamente correcta.-

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