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Tres profesoras enseñan a sus alumnos a relajarse para elevar su rendimiento académico Estudiantes de Enfermería se enfrentarán a los exámenes libres de miedo y angustia

Si uno va por la montaña paseando y sale un oso el miedo dispara el sistema nervioso vegetativo, el corazón palpita más fuerte, los músculos se contraen, la respiración va más rápida. En ese momento aumenta la energía: hay que pelear o salir corriendo. El hombre de la caverna se defendía y descargaba la energía, y de esa forma eliminaba el estrés. Para los estudiantes, los osos de hoy son los exámenes contra los que no se puede pelear ni salir huyendo. Las energías se acumulan y terminan en procesos patológicos: gastritis, músculos entumecidos, sudor de manos, ganas incontrolables de salir pitando al cuarto de baño... Algo así les ocurre a los alumnos de Enfermería. Una encuesta que se repartió entre estos estudiantes puso de manifiesto el alto nivel de ansiedad que soportan: muchas horas de clases, un encuentro prematuro con los enfermos cuando sus conocimientos aún bailan, pocas horas de estudio y menos para actividades que les sirvan para desconectar. ¿Hay una relación entre este estado angustioso y el rendimiento académico de estos alumnos? ¿Es probable que el estrés influya de forma determinante en las notas que los futuros enfermeros obtienen en sus exámenes? Y, si es así, ¿hay alguna forma de solucionarlo? Tres mujeres se formularon estas tres preguntas. Todas habían observado el estrés que invade en ocasiones académicas extremas a los alumnos de Enfermería. María Dolores Maldonado da clases de Anatomía en el Hospital Universitario Virgen del Valme, María Jesús Hidalgo y Lola Otero imparten Ciencias Psicosociales y de la Conducta en distintos campus sanitarios de Sevilla. La constatación de la ansiedad de sus alumnos y una idea firme de que todo puede cambiar a mejor fue la lanzadera: este curso, las clases que recibirán sus alumnos estarán acompañadas de unos seminarios en los que se les enseñará la teoría y la práctica de la relajación. Con un sólo objetivo: que cuando se enfrente a un examen no se queden en blanco y consigan escribir todo lo que saben. "Aquí no hacemos milagros", dice riendo Lola Otero. "Eso será en otro departamento, aquí pretendemos que cuenten lo que saben y no olviden nada, pero lo que no han estudiado no lo sabrán nunca, por más que se relajen". El experimento consiste en separar dos grupos de alumnos, uno del Hospital de Valme y otro del Hospital Militar. El primero recibirá las clases de forma tradicional. El segundo ya ha recibido, de manos de la profesora Maldonado, las clases teóricas de Anatomía: todo sobre los músculos, los huesos y la forma de comportarse del cuerpo humano. Ahora comienzan la segunda parte, de la que se encargarán Otero e Hidalgo: "Primero les explicaremos por qué el cuerpo se comporta como lo hace cuando nos enfrentamos a situaciones angustiosas, cual es un examen. Después les enseñaremos a relajarse". El sistema elegido es la relajación progresiva o fraccionada de Jacobson, que consiste en entrenar el cuerpo y el cerebro a la par hasta conseguir un estado de relajo absoluto con un método: agotar el músculo para que se relaje solo. Un movimiento le basta al cerebro para asociarlo con una palabra, de tal forma que cuando se piensa en relajación, desde la cabeza se manda una orden al músculo para que se quede muerto. Si la palabra es contracción, los brazos, el cuello, la espalda, se pondrán en tensión. Así de sencillo, así de complicado. Porque todo esto requiere de un entrenamiento. Siempre hay una primera vez y un proceso de aprendizaje. Al principio los ensayos serán torpes y los resultados poco efectivos. Más tarde, todo irá sobre ruedas y relajarse será un proceso mecánico. Eso es lo que quieren que aprendan sus alumnos. Y así se lo enseñarán. El día del examen, toda la clase -cada uno sabe ya sus síntomas- tratará de relajarse a los dictados de las profesoras. Y comenzará la prueba. Sus mentes asociarán la idea del examen con algo fácil o agradable. Expulsarán los miedos. Se verán en una situación perfectamente controlada. Esto es fácil. Yo soy capaz. Voy a contar todo lo que sé No se me olvidará nada. Cuando finalice la prueba volverán las preguntas: ¿Los resultados tienen un nivel más alto? ¿Se han elevado las calificaciones? ¿Hay diferencias entre los exámenes del grupo que no se sometió a sesión de relajación y el que participó del experimento? Si las respuestas son afirmativas, se habrá demostrado que hay una forma de mejorar los resultados académicos: estar en plena forma. Tener la mente al cien por cien. Y sacar un 10. Si se ha estudiado. "En este departamento no se hacen milagros".

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Una muñeca de trapo
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