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Mégret consuma la escisión de la extrema derecha francesa y anuncia su asalto al poder

Consumada la escisión con Jean-Marie Le Pen, el Frente Nacional-Movimiento Nacional (FN-MN) de Bruno Mégret cerró ayer su congreso constituyente en Marignane, cerca de Marsella, decidido a lanzarse al asalto del electorado que permanece fiel al "antiguo caudillo". Además de una consigna movilizadora, la ocupación del espacio de que continúa disponiendo Le Pen resulta una necesidad imperiosa, toda vez que el futuro de la nueva formación depende en buena medida de los resultados que obtenga en las próximas elecciones europeas.

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Un extremista de estilo discreto

Las encuestas muestran que el viejo líder -Le Pen- conseguiría en los comicios europeos entre el 7% y el 10% de los votos, frente al 4% de Bruno Mégret, un porcentaje ruinoso para este último ya que sólo las listas electorales que recogen el apoyo de un 5% del electorado pueden recuperar el dinero invertido en la campaña. Matar al padre de la ultraderecha francesa y consolidar su "alternativa" como pretende Bruno Mégret exige, por otra parte, hacerle morder el polvo de la derrota a favor del nuevo partido. Aunque el ex lugarteniente de Le Pen y número dos del FN fue entronizado ayer como nuevo presidente con la aparatosidad y el fervor -larguísimos aplausos, vítores y aclamaciones- que la ultraderecha dispensa al "jefe", los resultados de las encuestas evitaron, sin duda, que los 2.500 delegados megretistas se deslizaran por el terreno de la euforia.El duelo que Jean-Marie Le Pen y Bruno Mégret mantuvieron en el seno de la cúpula del Frente Nacional (FN) hasta desembocar en la escisión va a prolongarse ahora a través de sus respectivos partidos hasta la cita electoral europea de junio próximo.

De ahí que los megretistas hayan dosificado y administrado los ataques a Jean-Marie Le Pen en el denominado congreso de la "renovación". Irónicamente, Le Pen fue nombrado "presidente honorífico" de lo que se ha dado en llamar el FN bis y dispuso de un silla, vacía, en la tribuna. Estos gestos no impideron que algunos escenificaran la ruptura del cordón umbilical descargando toda su inquina sobre la figura del viejo caudillo.

"Jean-Marie, dices idioteces", afirmó teatralmente el nuevo secretario general adjunto, Franck Timmermans, volviéndose hacia la silla vacía del estrado. Le Pen fue acusado de haberse rodeado de "parásitos", de "aprovechados" y de "cortesanos oportunistas", denunciado por ejercer un "poder despótico personal" e, incluso, de haberse asegurado "buen retiro". El clavo que machacaron los oradores más agresivos fue la acusación de que Le Pen ha preferido devolver al FN al "estado crepuscular", convertirlo en un "paréntesis en la historia política de Francia", antes que aceptar la participación del sector megretista.

"No hemos militado tanto tiempo para que el partido sea considerado como un patrimonio hereditario destinado a su yerno", dijo Timmermans aludiendo a Samuel Marichal, responsable del Frente Nacional de la Juventud. "Jean-Marie, debes saber que esto se ha acabado. No se trata de un parricidio, sino de impedir un infanticidio", clamó el nuevo secretario general adjunto para añadir a continuación: "Gracias a tus excesos, hemos descubierto las cualidades morales de Bruno Mégret. El FN ha vuelto a encontrarse".

Recuperar electorado

Más discreto, Bruno Mégret atacó en su discurso de clausura la incontinencia verbal de Jean-Marie Le Pen aludiendo a la necesidad de poner fin a los "excesos y a los malos juegos de palabras", y de volver a reunir a ese 30% del electorado francés que en alguna ocasión ha votado al Frente Nacional.Para subrayar el contraste de talantes, Mégret afirmó que él no exigirá que "todo el mundo me llame presidente. No me tomaré por César, ni por Napoleón, ni por Dios padre".

En su intervención Mégret presentó un partido "democratizado", "moderno", decidido a dar la palabra a los militantes. Como primera medida, anunció que el dinero del partido será distribuido de manera más generosa y equitativa entre las organizaciones locales.

La nueva formación cuenta con un apoyo mayoritario en las organizaciones juveniles de la extrema derecha, como el sindicato universitario Renovación Estudiantil, además de la adhesión de una parte significativa de los jefes del potente servicio de seguridad interno, compuesto por unos 8.000 hombres.

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