El hecho de ser mujer
El segundo sexo supuso en el momento de su publicación, unos años después de la Segunda Guerra Mundial, el relanzamiento del feminismo del siglo XX, que había quedado relegado a poco más que la lucha por el voto.El ensayo, sin embargo, no se presenta bajo el formato de un feminismo militante. Beauvoir, en la introducción habla de las mujeres en tercera persona y del feminismo como un fenómeno externo a sus propósitos. Sin duda, porque lo que ella se había propuesto investigar era algo más concreto y más profundo al mismo tiempo. Pensando en escribir una obra-confesión sobre sí misma se topó con la cuestión de que su primer rasgo diferencial era el de su condición de mujer y, por tanto, se le planteó la pregunta: ¿qué ha representado para mí el hecho de ser mujer? Cuando se puso a investigar, empezando por los mitos, se dio cuenta de que había sido educada en un universo en el que los valores masculinos no sólo eran predominantes sino también instrumentos de dominación.
Y es entonces cuando generaliza la pregunta: ¿en qué consiste el ser mujer en una sociedad organizada y dominada por los varones, esto es, en una sociedad patriarcal? La pregunta se convierte en una cuestión universal precisamente porque quien se la hace es una filósofa. Lo que empezó siendo un deseo de hablar de sí misma se convierte en una investigación sobre las condiciones que posibilitan el ser mujer en una sociedad como la suya.
A partir de la categoría hegeliana de Otro, Beauvoir va a describirnos el ser mujer como un modo de ser la Otra frente a un modo de ser el Mismo, que es el que corresponde al varón. Las mujeres somos las Otras sin relación de reciprocidad con los Mismos; somos, como el esclavo de la dialéctica hegeliana de la autoconciencia, desiguales e inferiores a los hombres. La filosofía existencialista, que es la suya propia, le proporciona los demás conceptos-herramientas para analizar la condición femenina. Si ser humano es ser una conciencia cuyo atributo es la libertad, la existencia es un continuo trascenderse, es decir, un continuo superar la posición inicial a través de la realización de los proyectos que continuamente concebimos. Si no los llevamos a cabo, si no nos trascendemos, caemos en la inmanencia que es el modo de ser de las cosas, nos rebajamos ontológicamente, lo cual es siempre un mal. Ahora bien, este caer en la inmanencia puede deberse a dos causas: o es querido por el sujeto o le es infligido. En el primer caso es una falta moral, en el segundo es opresión. Pues bien, éste es el estatus de las mujeres en las sociedades occidentales que Beauvoir analiza.
Las mujeres estamos oprimidas porque se nos constriñe a un rol que no elegimos libremente. "No se nace mujer, se llega a serlo", afirma al comienzo de la segunda parte de su ensayo. Este llegar a serlo está de antemano condicionado por una cultura y una sociedad que ha adjudicado a las mujeres el estatuto de Otras, de segundo sexo.
En la primera parte, Beauvoir investiga si hay un fundamento científico por el que las mujeres merezcamos nuestra situación de opresión, y el resultado es negativo. En la segunda, se nos muestra cómo se vive en la situación de oprimida, cómo existen las mujeres en esa condición que les han adjudicado los hombres, y al final se indican vías para salir de la situación de opresión. Porque, efectivamente, lo que impide a las mujeres realizarse como seres humanos es la situación en la que les han colocado los varones. Si no existe una esencia de lo femenino, si no nacemos con los atributos que configuran socialmente el género femenino, podemos hacernos mujeres con atributos distintos de los que nos han asignado, con los atributos de seres libres.
Esta propuesta no habría podido hacerse desde la hermenéutica existencial sartreana. Por eso algunas estudiosas de Beauvoir, que no han reparado en sus diferencias filosóficas con Sartre, no se explican que con la filosofía de El ser y la nada haya podido ella escribir un libro tan emancipatorio para las mujeres sin advertir que para Beauvoir la situación es algo que constriñe a una libertad desde fuera, no la otra cara de la moneda en el complejo libertad-situación, como sucede en Sartre.
Aunque decía al comienzo que El segundo sexo no es un libro de feminismo militante, lo ha posibilitado al haber hecho reflexionar a las mujeres cultas de las sociedades occidentales. Porque el feminismo de Beauvoir es un feminismo radical: su propuesta es cambiar no sólo el papel de la mujer sino también el del hombre y conseguir una sociedad donde ningún sexo oprima al otro y ambos sean libres.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.