Pamplona presenta el dramatismo de los lienzos de Saura
El predominio del negro, del gris y del blanco, sus colores predilectos. El bestialismo de la figura humana distorsionada por la idea del negrismo extraído de la tradición pictórica del clasicismo español del XVII. La decisiva influencia de Picasso y Goya en su trabajo. Todo ello está en la muestra del pintor Antonio Saura (Huesca, 1930-Madrid, 1998) que ayer inauguró la sala de arte García Castañón de Pamplona. Una exposición que recoge 27 obras, entre óleos sobre lienzo, papeles sobre tabla y litografías de su época más significativa, la que rodeó a la creación del grupo El Paso y las décadas de los 60 y 70 y que se presenta en la capital navarra apenas seis meses después del fallecimiento del artista. La muestra estará abierta hasta el próximo 18 de marzo. Los óleos de finales de los 50 y comienzos de los 60 proceden de una colección suiza, y las litografías y obras en papel pertenecen a coleccionistas españoles. El comisario de la exposición, Carlos Catalán, vinculó todas las facetas del dolor que Saura conoció en vida, ligadas a la enfermedad y la tragedia familiar, entre otras cosas, con su respuesta creativa. "Cuando hace menos de un año estuvimos con él para organizar esta exposición", explicó Catalán, "mostró su gran deseo de estar presente hoy aquí, cosa que, desgraciadamente, no ha sido posible, y sólo nos puso una condición: que le invitáramos a unas pochas con chungur, que eran una de sus debilidades", recordó Catalán como ejemplo del vitalismo del autor. El realismo, el expresionismo, el gestualismo y el informalismo planean sobre una producción de series en las que el trazo endiablado adquiere un protagonismo esencial. Su vida artística y personal es suficientemente conocida. Su estancia en París, su consagración norteamericana, su estrecha relación con Bacon, Miró, De Kooning, Giacometti, y Picasso (éste último le llegó a decir, tras observar algunos de sus trabajos: "No podrás librarte de mí nunca") constituyen hitos de la vida de un creador marcado por la sobriedad y el fatalismo. Este "inquisidor de la mediocridad", según Catalán, no puso límites a su actuación, que abarcó, además de la pintura, la creación literaria, la obra gráfica, el muralismo y la escultura, además de la ilustración, el cine y la escenografía.
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