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Historias del "maquis"

Observándolos, cuesta creer que sobre Florián García, Esperanza Martínez, Remedios Montero y Francisco Martínez, todos por encima de los 70 años, pesaran hace unos 50 años órdenes de detención por bandidaje, espionaje y terrorismo. Grande, Sole, Celia y Quico, tal y como eran conocidos entre sus compañeros de clandestinidad se reunieron ayer en el segundo día del encuentro La memoria desterrada, organizada por el Fórum de Debats de la Universitat de València en el Col.legi Major Rector Peset. Allí pusieron en común las experiencias que vivieron como miembros del maquis, el movimiento de resistencia armada al franquismo que pervivió tras la guerra civil en diversas zonas del Estado. "Donde había pino y matorral, allí estábamos". Esperanza Martínez, a sus 71 años, recuerda con detalle su paso por el V Sector de la Agupación Guerrillera de Levante a finales de 1949. Llevaba tres años sirviendo de enlace a los guerrilleros que rondaban las montañas cercanas a su pueblo, Atalaya, en la provincia de Cuenca, hasta que un día notó la presencia de la Guardia Civil demasiado cerca. Entonces se echó al monte junto a su padre, sus dos hermanas y su cuñado, y una familia amiga. Rememora la "dignidad" del trato con las mujeres y la convivencia, mediatizada por la prohibición de mantener relaciones amorosas, una regla que se cumplía "totalmente". Una refriega con la Guardia Civil les costó la vida a su cuñado y su padre. Ella tuvo mejor suerte. Huyó a Francia, pero de regreso fue detenida. "Creo que el confidente fue un enlace nuestro en Francia", cuenta. El chivatazo le costó su juventud. Desde los 23 a los 38 años vivió entre las rejas de las cárceles franquistas. Quico, de 73 años, vivió en constante huida entre 1947 y 1951. Su experiencia fue, sin embargo, más urbana que la de Sole. Él fue, confiesa, guerrillero del llano, como se denominaba al maquis de las localidades del Bierzo industrial. Habitualmente, vivían escondidos en poblaciones, amparados en el refugio que les daban las "muchísimas" casas de apoyo de la zona y rara vez se refugiaban en el monte. Cuenta que en un enfrentamiento con la Guardia Civil una bala le atravesó un brazo, pero su peor experiencia la tuvo en su despedida de la lucha armada. Junto a otros tres compañeros estuvo 14 horas rodeado por unos 200 guardias civiles en un barrio de Corporales, en la provincia de León. Escaparon y emprendieron su huida hacia Francia. Poco tiempo antes había fallecido el mítico guerrillero Manuel Girón. No pudo volver a cruzar la frontera hasta 1977. Mas tiempo le costó regresar a España a Grande. "Fui uno de los últimos en volver, en 1978", afirma este ex guerrillero. "Me consideraban uno de los más peligrosos y soy todo lo contrario" señala divertido. "Si hasta la guardia civil se sabía mis chistes, se los contaban los contactos", dice. A sus 82 años mantiene su vitalidad intacta: "Es por dormir en el campo tanto tiempo, ¿sabe?". Desde 1946 hasta 1952 no tocó una cama y respetó escrupulosamente el resto de reglas de seguridad, entre las que, además de no dormir bajo techo, se contaban las de no andar de día ni cruzar puentes. Llegó al maquis de forma un tanto casual. Formaba parte de un grupo de propaganda del Partido Comunista de España (PCE). En 1946 se vio involucrado en un tiroteo cuando acompañaba a un guerrillero y tras saber que le buscaba la policía, decidió "incorporarse" al monte. Todos conservan el carné del PCE aunque se encuentran en situación de "semi-paro político" confiesa Sole. También les une la sensación de sentirse olvidados y piden un mínimo reconocimiento de su actividad, "aunque sea moral". No sólo por los años perdidos en el exilio, la cárcel o el monte, sino también "por los que se quedaron en el camino, que fueron muchos".

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