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El Gobierno alemán presenta la ley que dará la nacionalidad a millones de extranjeros

Pilar Bonet

La nueva ley de ciudadanía de Alemania, que permitirá a millones de extranjeros integrarse en el país y conservar simultáneamente su nacionalidad de origen, puede ser aprobada antes del 30 de junio y entrar en vigor el próximo otoño, según los planes de Otto Schily, ministro del Interior. El socialdemócrata Schily presentó ayer en Bonn el primer borrador del polémico proyecto de ley, con el cual el Gobierno inicia la modernización de un marco legal, basado en el derecho de sangre (ius sanguinis), que tiene sus orígenes en 1913, en época del emperador Guillermo II de Prusia. El proyecto de ley gubernamental ha sido concertado con los Verdes, los socios menores de la coalición.

Mientras tanto, la oposición de la CDU-CSU (Unión Cristiana Democrática y Unión Social Cristiana de Baviera) ultimaba ayer el borrador de un texto en contra de la doble nacionalidad, para el que recogerá firmas en todo el país a partir del próximo día 24. El texto, favorable a una integración de los extranjeros, pero en contra de que adquieran la doble nacionalidad, comenzará a circular anticipadamente en el Estado de Hesse, donde a principios de febrero se celebran los primeros comicios regionales desde las legislativas del pasado mes de septiembre.A tenor del documento presentado, podrán acceder a la nacionalidad alemana los extranjeros sin antecedentes penales que, al cumplir 18 años, hayan vivido cinco años legalmente en Alemania con sus progenitores. También podrán ser ciudadanos los adultos que lleven ocho años en Alemania y los niños nacidos en este país de padres extranjeros, cuando uno de los progenitores haya nacido también en Alemania o haya llegado aquí antes de cumplir los 14 años. Los interesados deberán reconocer "por escrito" los valores democráticos de la Constitución y ser capaces de entenderse en alemán. Schily dio a entender ayer que las pruebas de idioma no serán muy duras, y que no se exigirá una licenciatura en germánicas.

La nacionalidad alemana estará vetada a los parados y a los que reciban ayuda social, así como a aquellos que tengan antecedentes penales o pongan en peligro la seguridad del Estado por haber pertenecido a grupos extremistas y violentos. Perderán la nacionalidad los naturalizados que se alisten voluntariamente en el Ejército u organizaciones armadas al servicio de Estados extranjeros. Un extranjero casado con un ciudadano alemán puede nacionalizarse -siempre y cuando no sea un parado o un beneficiario de la ayuda social- si tiene residencia en Alemania desde hace tres años y vive desde hace dos con su consorte.

Las reticencias de los Verdes ante el proyecto se concentran en la exclusión de los parados y los receptores de ayuda social. En las filas de los socialdemócratas, también hay algunos críticos.

Schily subrayó ayer que el fin de la ley no es alentar la emigración, sino permitir que se integren los extranjeros residentes en el país. Según el ministro, a este fin contribuye la posibilidad de conservar la nacionalidad de origen. "La sociedad paralela ha surgido por falta de reforma, lo que ha provocado una tendencia a la segmentación social", manifestó. Schily argumentó que Alemania tiene una necesidad urgente de reformar su derecho de ciudadanía y no puede esperar hasta que los Estados de la Unión Europea armonicen su legislación al respecto.

Tres o cuatro millones

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En Alemania viven 82 millones de personas, de los cuales más de siete millones son extranjeros, es decir un 9% de la población. La comunidad turca, con más de dos millones, es la más numerosa, seguida de la yugoslava con 720.000 personas. Si se aprueba la ley, es previsible que entre tres y cuatro millones de personas pasen a ser ciudadanos alemanes.La ley de ciudadanía de la coalición rojiverde ha servido a la CDU-CSU para organizar su primera gran campaña desde que estos partidos pasaron a la oposición tras las elecciones de septiembre. La recogida de firmas, a la que se apresta la CDU a remolque de la CSU, puede ser peligrosa, porque la CDU pone a prueba su propia aceptación popular cuando aún no se ha recuperado de la derrota ni se ha perfilado como alternativa.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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