_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Okupas

JUANJO GARCÍA DEL MORAL Una noticia publicada el domingo dio la perfecta medida del interés de nuestras autoridades por la conservación del patrimonio: los llamados porxets ubicados en los bajos de la iglesia de los Santos Juanes fueron elegidos por algunos okupas e indigentes para resguardarse del frío durante los días de Navidad y Año Nuevo. Nada ni nadie se lo impidió, a pesar de que se trata de uno de los más valiosos monumentos de la ciudad de Valencia, situado justo enfrente del preciado edificio de la Lonja -declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco-, y a espaldas del siempre bullicioso Mercado Central. Los okupas se instalaron allí con total impunidad, colocaron alguna que otra cortina e incluso se llevaron más de un mueble para hacer su estancia más cómoda. Y lo hicieron a plena luz del día, con el conocimiento y, por tanto, con el permiso de las autoridades. De esta manera, uno de los templos más antiguos de la ciudad -inicialmente una mezquita, convertida después en ermita y cuya fisonomía actual data del 1700- se ha visto en peligro, dado que incluso se ha registrado algún conato de incendio ocasionado por las fogatas que los okupas e indigentes encendieron en los porxets para calentarse. Y digo que la noticia da la medida del interés de nuestras autoridades por la conservación del patrimonio artístico porque, a pesar de que la intervención para la restauración de la iglesia de los Santos Juanes se inicició en el año 1994, de forma incomprensible los porxets han quedado al margen. Con la pobre excusa de que son de propiedad privada, las covachuelas, que antaño albergaron pequeños comercios como los ubicados en los bajos del Mercado Central, han sido abandonadas y su deterioro es palpable. Pero si es criticable la pasividad de una Administración que permite okupar esos locales, no lo es menos la decisión de los okupas. Y no por afearles su escaso interés por la conservación del patrimonio, sino por algo muy distinto. Porque han ido a meterse en el peor sitio: la suciedad y la humedad convierten seguramente a los porxets en unos de los lugares más lóbregos de la ciudad. Con tantos pisos vacíos y abandonados que hay en el centro histórico.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_