_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Política de fachadas

Fue en Sevilla. Cayó una fachada sobre la parada de un autobús. Hubo muertos. Nos preguntamos por qué estaba la fachada si no había edificio; por qué no tenía apuntalamiento; por qué nadie había previsto el peligro y ordenado instalar algún tipo de valla de seguridad, alguna señal de distancia que avisara a los ciudadanos. Será necesario que alguien explique por qué ante esa fachada peligrosa seguía habiendo una parada de autobús, en un alarde de imprevisión y mal funcionamiento de las cosas. No fue el viento el responsable, sino que él puso en evidencia la existencia de una serie de errores y desidia en cadena. Alguien tiene que responder de todo eso. Seguimos a la espera. Pero llegados aquí podría ser éste un buen momento para reflexionar sobre lo que ayer planteaba aquí mismo Luis Ángel Hierro sobre la política conservacionista a ultranza de la estética tradicional de las ciudades. Estamos en ello. Lo sufren una y otra vez los arquitectos que no están dispuestos a renunciar el acto creativo, por más que gerencias de Urbanismo, comisiones de Patrimonio y demás exponentes de la burocracia más castrante y reaccionaria se empeñen en obligarles a mantener las fachadas originales de los edificios, tengan o no valor. Las comisiones de Patrimonio, las gerencias de Urbanismo y demás se empeñan en castrar cualquier intento de aportación contemporánea a la estética de las ciudades, condenándolas a dar testimonio de sí mismas como un enorme decorado viejo y gastado. Es necesario cuidar y mantener lo que en su momento fue importante, defender la belleza característica de cada ciudad, lo que las hace diferentes y dignas de admiración y no sólo por mantenerlo, sino porque necesitamos sustentarnos sobre el testimonio de la existencia de nuestros antepasados. Por esa razón es necesario al mismo tiempo dejar constancia de nuestra existencia y nuestra forma de expresarnos, como legado vital para nuestros descendientes. Obligar a la falsedad de la "estética de fachada", castrar la aportación contemporánea a la estética profunda de la ciudad, es una política reaccionaria, falta de visión cultural y de futuro y, por añadidura, puede llegar a resultar peligrosa para la vida de los ciudadanos.MARÍA ESPERANZA SÁNCHEZ

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_