La generación de 1999
A lo largo del año pasado hemos conmemorado, probablemente de modo justificado, el centenario de la generación de 1898. Ellos y, sobre todo, sus inmediatos herederos, la generación de 1914, gestaron el proyecto político de la democratización, modernización y europeización de España que, a través de la Constitución de 1978, ha alcanzado su cenit. Nada podría representar mejor ese éxito colectivo que la más que merecida entrada en el euro. Estamos, por fin, en el club en el que queríamos ser admitidos. Si hace un siglo democratizar, modernizar y/o europeizar podían ser proyectos válidos hoy son ya realidades. Lo que significa, a sensu contrario, que no son ya proyectos políticos capaces de aunar voluntades y orientar la acción política. Ello ha dejado a los grandes partidos nacionales, el socialista y el popular, sin otro proyecto que el de ocupar el poder o entorpecer que lo ocupe el contrario. Lo que, paradójicamente, hace más dificil -y no más fácil-, alcanzar pactos en temas relevantes. Y justo entonces, vacíos de proyectos nacionales, descubrimos que, al tiempo que los Azaña, Ortega, Besteiro o Marañón elaboraban sus respuestas, los nacionalismos catalán y vasco elaboraban otras distintas que son hoy, si no mayoritarias, sí predominantes en sus territorios. Y así, al tiempo que constatamos satisfechos que hemos cerrado aquella crisis, redescubrimos esta otra más abierta que nunca.Pues el año que ahora comienza podría ser un nuevo año cero en la historia futura de España, como lo fue el de 1898. Tras la fusión ilusionada entre democracia, Constitución, progresismo y nacionalismo que caracterizó el período de la transición, la dinámica generada por el desacertado desarrollo del Estado de las autonomías pasa factura tras veinte años. Y tanto el nacionalismo vasco como el catalán, más el primero y menos el segundo, pero uno detrás de otro, plantean problemas que ponen en duda lo más importante: la soberanía del pueblo español como sujeto constituyente.
Las próximas elecciones vascas y catalanas pueden ser definitivas: si el proyecto nacionalista puede tener algún punto de inflexión, ese sólo pueden darlo democráticamente las urnas y los ciudadanos. Las elecciones municipales vascas van a enfrentar no ya, como en las recientes autonómicas, a diversas formaciones políticas, más o menos nacionalistas o "españolas", sino directamente a dos frentes políticos. De una parte, el constitucional o autonomista, defensor del Estatuto de Gernika. Y de otra a un frente insurreccional, que impulsado y liderado hoy por ETA, tras la que se alinean -por este orden- EH, EA y el PNV, se propone sacar al País Vasco de la Constitución negando pues la soberanía del pueblo español. Es un proyecto clara y nítidamente separatista. Es más, casi lo único claro de ese proyecto es eso, la voluntad de separarse de España para ser una nación distinta, el ámbito vasco de decisión, pues todo lo demás, las fórmulas de incorporación a Europa o las formas políticas y constitucionales internas, se pospone siempre al día D+1 pues dividiría inmediatamente el frente nacional entre derechas e izquierdas, demócratas y autoritarios, pacifistas y violentos.
Y no es poca cosa -y mala, desde luego- que las elecciones autonómicas catalanas se pospongan al otoño, tras las municipales, y para cuando el clima nacionalista vasco puede haber alcanzado su cenit. Pues si no es razonable pensar que Cataluña sola sea un serio problema de soberanía nacional, sí puede serlo (también; además) si Pujol y/o CiU persisten en seguir la senda de los pactos con el PNV que iniciaron el verano, una senda a la que sus bases juveniles recalentadas y, eventualmente, la propia dinámica vasca, puede empujarles. Y que es una trampa para el candidato Maragall.
Ahora que regresa el análisis contrafactual, ¿por qué hacerlo sólo del pasado y no del futuro, siguiendo al Borges de los caminos que se bifurcan? Esperemos pues que los historiadores del siglo XXI puedan escribir: a finales del siglo pasado, una generación joven de políticos e intelectuales de toda España, para quienes Europa era ya un dato más que un proyecto, comprendieron la urgencia de cerrar definitivamente el contencioso histórico del Estado de las autonomías y así..., así hicieron lo que entre todos tenemos que hacer este último año del siglo.
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