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Reportaje:

El inglés del molino

Su nombre es David Truth y nació hace 58 años en Birminghan. De rostro ancho, pelo cano, mirada azul y fuertes manos, su presencia se ha hecho cotidiana entre los doscientos vecinos de Medrano en La Rioja alta. Para todos, David es "el inglés del molino". Llegó el pasado agosto y se instaló en el monte, en las proximidades del pueblo, tratando de restaurar lo que en tiempos fuera el molino de Medrano. En el viejo edificio de piedra y ladrillo no hay luz eléctrica ni agua corriente y la humedad del río que lo circunda hace sentir el invierno con más crudeza. Aún así, pocas cosas desaniman a este hombre que confiesa dejó su país harto de tener que cerrar el coche con llave todos los días, de crisparse en una sociedad contaminada y de no ser feliz a pesar del dinero que ganaba. David dice que siempre fue su anhelo "hacer algo hermoso con mis manos". Antes había trabajado en un café de su propiedad y en su último trabajo, allá en Birminghan, condujo un taxi. "No era un buen trabajo. Mucha inseguridad. En Inglaterra, si te pillan conduciendo borracho te quitan el carnet de conducir tres años, así que todos los borrachos vuelven a casa en taxi. Estaba harto", dice. La cita con el destino que él quería para sí llego años más tarde, cuando visitaba el valle del Garona, en las proximidades de la ciudad francesa de Toulouse. Allí vio una vieja granja aislada en estado de ruina. "Durante meses trabajé duro para restaurarla y hacerla habitable. Desgraciadamente, cuando el trabajo estaba concluido tuve que ponerla en venta para pagar los gastos ocasionados por el divorcio de mi esposa. Después de la separación decidí seguir con éste trabajo y me vine a España, buscando una vieja casona que pudiera comprar y restaurar". David confiesa que el carácter riojano le seduce más que el de las gentes de Toulouse. "En Francia es difícil llegar a la gente si desconoces su idioma. No tienen paciencia con el extranjero. Aquí, por el contrario", continúa, "mucha gente me ha ayudado y creo haberme integrado sin problemas". Que la confraternización de David con sus vecinos es un hecho, puede comprobarse cualquier noche en el único bar del pueblo. Su imagen sentado en una de las mesas, charlando con los parroquianos en su deficiente español mientras toma un vaso de vino, se ha hecho habitual entre los clientes del local. David no oculta que parte de su familia goza de una saneada situación económica en el Reino Unido. "Cuando vuelvo a mí país y me encuentro con ellos no pueden evitar sonreírse y me preguntan si estoy loco. Pueden pensar lo que quieran, yo soy feliz y veo que, a pesar de todo su dinero, ellos no lo son". De esos puntos de vista diferentes sobre la vida habrán vuelto a hablar en estas navidades, que David ha pasado en Birmingham. Los regalos que David llevó a sus hijos no fueron una sorpresa para quienes le visitaron en el viejo molino. En un rincón, cuidadosamente apiladas, estuvieron esperandoel viaje cinco cajas de vino de Rioja y dos más de aceite de oliva virgen.

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