Elegancia
El día de Nochebuena se nos moría un periodista, un demócrata, un valenciano que descubrió Europa mucho antes de que quienes ahora nos gobiernan se pusieran pantalones largos. Se nos murió Vicent Ventura, un hombre cabal y honesto consigo mismo y con los demás. Dos días después fue el entierro y allí, en el Cementerio de Valencia, no había ni una triste representación institucional de segunda fila que diera fe, aunque fuera tarde y a deshora, del elemental reconocimiento que la Generalitat debía a quien descubrió el poder valenciano mucho antes de que Eduardo Zaplana lo convirtiera en un eslogan y mucho antes, desde luego, de que el presidente supiera en qué parte de la Península quedaba Valencia. No digo ya Bruselas, que esa es pregunta para nota. Es verdad que Ventura nunca debió nada a quienes, con mejor o peor fortuna, ocupan transitoriamente la Generalitat. Vicent Ventura fue un periodista que, acodado en la barra de la cafetería San Patricio de Valencia, nos enseñaba a un puñado de alevines en qué consistía el periodismo: "Descubrir todo lo que el poder intenta ocultar". Una buena receta para antes y para ahora. Natural que nunca hiciera buenas migas con el poder. Pero este poder que nos gobierna, aún sin saberlo, sí que debería estar agradecido a Ventura. Debería de darle las gracias por su honestidad, por su compromiso con su tierra, por su europeísmo y por sus convicciones democráticas. Pero este poder que no sólo nos gobierna, sino que además nos quiere mandar, el día de Nochebuena estaba muy atareado distribuyendo licencias de FM a unos cuantos de su cuerda. Y Ventura no era uno de los suyos. La ausencia de la Generalitat en las exequias del periodista ha vuelto a demostrar hasta qué punto la intolerancia, el sectarismo, la falta de elegancia y la escasa habilidad anidan entre quienes ahora reniegan de la derecha para presentarse como centro reformista. Manca finezza, habría dicho el viejo Andreotti. Claro que al italiano si algo le sobra es habilidad e inteligencia.
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