Un acuerdo pactado con los ojos puestos en Otegi
El PNV llega a la firma del Gobierno con un sabor agridulce. Con una sensación de mirar al abismo sólo compensada por el silencio de las armas de ETA. El partido de Xabier Arzalluz ha pasado los seis últimos meses entre sobresaltos, configurando un improvisado concierto que le ha llevado desde las posturas más centradas, que respalda la mayoría de su electorado, hasta el borde de un extremo que ya ha empezado a pagar en las elecciones autonómicas.Tradicionalmente ambigüo respecto al modelo de país que persigue, al PNV, sin embargo, se le acerca la hora de la verdad. Emparedado entre dos partidos independentistas, EA y EH, en la próxima legislatura aspira a seguir encarnando ese centro, pero más que nunca escorado hacia posiciones soberanistas.
La marcha de los socialistas del Gobierno el pasado junio ha sido uno de los argumentos, junto con el propio debate electoral, para generar el ambiente interno necesario que venciera las resistencias a un paso arriesgado: romper la tradición de gobiernos mixtos nacionalistas y no nacionalistas. La firma de ayer pone fin a la advertencia de Arzalluz el mismo día del recuento de votos: "Ellos han perdido", dijo en referencia al PP y al PSE, "que saquen sus consecuencias".
Fracaso de Ibarretxe
Tras el 25-O, el candidato a lehendakari, Juan José Ibarretxe, empeñó sus esfuerzos en una apuesta personal en la que fracasó. Después de tres reuniones con la comisión negociadora socialista no se consiguió un acuerdo con el PSE, generando un evidente desasosiego entre los sectores empresariales y económicos del país. A ambos, el PNV y EH tuvieron que convencer de que todo estaba atado. Paralelamente, ETA, en el comunicado de la tregua del 16 de septiembre y en el del 5 de noviembre, animaba a romper los pactos con las "fuerzas españolistas" que taponaban el desarrollo de Euskadi como nación.El diagnóstico sobre el modelo de pacificación y, sobre todo, el denominado ámbito vasco de decisión, hicieron imposible la reedición del tripartito con los socialistas. Habían triunfado las tesis de Arzalluz-Egibar-Ollora, frente a políticos como Ricardo Ansotegi, Juan María Atutxa o el propio Ibarretxe, quienes apostaban por pactar con el partido de Redondo.
A partir de ahí, la negociación con EA se precipita. Las comisiones negociadoras nacionalistas perfilan en tres semanas el documento de gobierno y el reparto de carteras sin apenas sobresaltos, casi pensando más en el necesario apoyo de Euskal Herritarrok para sostener el Ejecutivo estable los próximos cuatro años.
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