Leyenda
Cuenta Ursula K. Le Guin que un aprendiz de brujo, llevado por la vanidad juvenil y queriendo mostrar su superioridad, pronunció conjuros que había aprendido de memoria sin entenderlos, y propició la aparición de un muerto. Sin embargo, como no controlaba los conjuros, no pudo impedir que una Sombra Caníbal aprovechara la grieta abierta entre el pasado y el presente para penetrar en el mundo. A partir de entonces, el joven brujo estuvo a merced de la Sombra, la cual le perseguía a distancia con el fin de poseerle y entrar en su cuerpo. Durante años el brujo esquivó a la Sombra, pero la Sombra fue creciendo y se lanzaba sobre el brujo y le arrancaba trozos de su persona. Después de cada combate el brujo salía debilitado, y la Sombra, robustecida. Pero llegó un día en que el brujo se percató de que en el siguiente combate la Sombra ya le habría robado todos sus rasgos y comenzaría a hacer el mal usando su nombre. Entonces dejó de huir porque vio que el único modo de acabar con la Sombra era enfrentarse con ella. En lugar de temerla, buscarla; en lugar de ir dando trozos de su cuerpo, chocar con todo el cuerpo contra la Sombra. El combate duró muchos días y la luz verdosa del abrazo fue vista desde lugares remotos. La Sombra avanzó hacia el brujo tomando la forma de todos los asesinatos, secuestros y torturas, pero el brujo abrazó cada uno de los crímenes y los reconoció como suyos. A medida que los asumía, las víctimas descansaban y la Sombra se achicaba. Cuando la Sombra quedó vacía de maldades, se disolvió como un hedor. El brujo sobrevivió al combate, pero ya no era un joven vanidoso e inseguro, sino un anciano que conocía toda la extensión del mal. Gracias a su sabiduría, ninguna Sombra Caníbal pudo ya hacerse pasar por un humano en aquella tierra. Feliz Nochebuena.