Flores en memoria de Zabaleta junto a la puerta número 6
Aitor Zabaleta, de 28 años, el seguidor de la Real Sociedad asesinado hace dos semanas a las puertas del estadio Vicente Calderón, recibió ayer un homenaje de los aficionados, en el primer partido que se celebraba en ese estadio después de la tragedia de aquel martes de Copa de la UEFA.Fue un homenaje silencioso, salvo por los gritos de un seguidor del Atlético: "¡No queremos fascistas en el Calderón, no queremos fascistas en el Calderón!", lanzó al aire su protesta. La ofrenda floral organizada por el Atlético en memoria del hincha apuñalado unas horas antes de que comenzase el partido Atlético-Real Sociedad fue secundada en masa. Cientos de personas se fueron arremolinando en torno a la farola que señala el lugar donde Aitor cayó herido de muerte, junto a la puerta número 6. Cada una depositó una flor. Y así, antes del pitido inicial del Atlético-Zaragoza, en el lugar del apuñalamiento había una montaña de rosas.
El clima en la tarde de ayer distó mucho de parecerse al que rodeó la muerte de Zabaleta. Caía una llovizna intermitente y los ánimos de los seguidores más radicales del Atlético parecían calmos. En el bar Alegre, donde aquel día comenzaron las agresiones verbales a Aitor y a su novia, y a otros muchos otros seguidores del equipo blanquiazul, el público discutía sobre el partido en un ambiente familiar. Se hablaba sólo de fútbol.
Nada de botas militares, no hubo banderas españolas preconstitucionales, ni se cantó consigna nacionalista alguna. Y los 30 escasos seguidores del Zaragoza (miembros de la peña Ligallo) no oyeron ninguna ofensa al bajar del autobús. En el interior del estadio se reflejaba igual panorama: el fondo sur apareció más vacío que el fondo norte.
El propietario del Atlético, Jesús Gil, había ordenado retirar las cruces gamadas y las banderas de guerra, bajo pena de impedir el comienzo del partido.
Lo sucedido ayer mostró cómo la voluntad decidida de los clubes sí puede poner fronteras a las pasiones de los hinchas violentos.
Entre el público, una pancarta mostraba las confusas líneas semánticas que se trazan todavía entre algunas palabras. Su texto decía así: "Ultras sí, asesinos no".
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