Renace la llama de los judíos
El candelabro especial de nueve brazos que sirve para conmemorar la fiesta judía del Januká, equiparable a la Navidad cristiana, no se había encendido en Girona desde que los Reyes Católicos dictaron el edicto de expulsión de 31 de marzo de 1492. Los procesos de abjuración o las expatriaciones forzosas borraron cualquier rastro humano de la presencia judía y acabaron con un foco cultural y religioso de fama mundial que ahora se está recuperando a través del Patronato Municipal Call de Girona. Entre las angostas y oscuras callejas del casco antiguo de la ciudad, donde medio siglo atrás se emplazaban la sinagoga y las viviendas de una comunidad que llegó a contar con más de 1.000 miembros en el siglo XIII, se ha puesto en marcha un instituto de estudios que pretende rescatar la memoria de los judíos de Girona. El futuro Museo de Historia de los Judíos en Cataluña, cuyas obras avanzan a buen ritmo, se encargará de divulgar el pasado judío entre el gran público. Este proceso de recuperación no olvida los aspectos religiosos. La fiesta del Januká que ayer tuvo como escenario el jardín de Alemanys y la torre Gironella, junto al paseo Arqueològic de Girona, reúne a destacados miembros de algunas comunidades judías europeas. La ceremonia fue oficiada por el gran rabino Eliahu Bakshi, la máxima autoridad religiosa del judaísmo sefardí, rama que agrupa a los judíos del área mediterránea y a los descendientes de los expulsados de la Península en 1492. La fiesta judía de las luces, también llamada Januká, tiene su origen en el año 165 aC, fecha en que los judíos consiguieron recuperar el templo de Jerusalén de manos griegas y decidieron proceder al ritual de la consagración para restituir el culto. Para esta ceremonia era necesario encender durante días las lámparas de aceite sagrado. Los griegos sólo habían dejado un frasco de combustible sagrado, totalmente insuficiente para la prolongada consagración. La intervención divina multiplicó la duración del aceite y bastó un frasco para iluminar el templo durante ocho jornadas. La fiesta del Januká, que en estos días celebran los judíos de todo el mundo, conmemora este milagro. Durante ocho días se van encendiendo cada una de las velas de un candelabro especial de nueve brazos llamado janukiya. Antes del acto de encendido final, celebrado ayer, se recitan tres bendiciones y los fieles rezan una plegaria, cantan una canción y leen en voz alta el salmo 30 de David. Esta ceremonia acostumbra a relacionarse con la Navidad de los cristianos porque durante los ocho días de la fiesta, que se inició el pasado 13 de diciembre por la noche, se obsequia a los niños con pequeños regalos, chucherías y monedas. Ambas celebraciones parecen hundir sus raíces en remotas manifestaciones paganas destinadas a festejar el paulatino incremento de las horas de luz. A pesar de estar incluido entre las fiestas menores del calendario judío, el Januká es una de las conmemoraciones hebreas más alegres y con un mayor arraigo popular. La idea de celebrarla en Girona partió de la comunidad de Berlín y fue rápidamente aceptada por el Patronato Call de Girona. El acto ofrece a la ciudad la oportunidad de incrementar su protagonismo en el mundo judío. Los conocimientos esotéricos de la cábala permanecen como una de las más profundas huellas culturales de la presencia judía en Girona. La escuela cabalística, situada en la calle de la Força, gozó de un enorme prestigio en el mundo y dio uno de los maestros en la materia, Nahmánides, conocido también por el nombre de Bonastruc de Porta. La consagración estuvo abierta a practicantes de todas las religiones
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