CNN. Live
En un mismo día hemos pasado de la navaja de un pandillero neonazi en el Manzanares a la acción del misil Tomahawk sobre Bagdad. Feliz Navidad: esta violencia nos ha pillado con la conciencia sucia, pero con las manos cargadas de regalos. En el fondo sur de cualquier estadio, muchos jóvenes descerebrados se glorifican: unos pocos llevan cuchillo y el resto lleva estandartes. Ambos instrumentos son a veces la misma arma. Fuera del campo, algunos de estos búfalos rapados hacen rodar sus vidas sobre la delincuencia común, pero el domingo, en las gradas, su violencia se vuelve heroica y desde las poltronas de la tribuna presidencial, donde el orden impera, unos sátrapas bananeros, gánsteres encorbatados, prestamistas y especuladores de solares, mafiosos de habano Cohiba los contemplan con una sonrisa paternal. Estos dos mundos están separados por una pradera rectangular y da la casualidad que en ella el honor de un equipo se dirime entre brasileños y croatas multimillonarios mandados por un oficinista nacional. Uno se pregunta dónde hay más delincuencia: ¿en el fondo sur o en la tribuna de presidencia?; quién pega los pelotazos más certeros: ¿los delanteros ante la portería o los directivos del equipo en la notaría?; dónde duermen más abrigados los fríos cuchillos: ¿en el cemento del anfiteatro o en los despachos del estadio? De las navajas de los rapados neonazis hemos pasado a la lluvia de misiles sobre Bagdad. La guerra en las gradas aparece en directo por televisión o en los vídeos de vigilancia. He aquí la modernidad: primero se ponen las cámaras y después llegan los criminales. Así habrá sucedido también en el bombardeo sobre Irak. Se sabía que la acción bélica no comenzaría hasta que los equipos de la CNN no estuvieran instalados en el mejor ángulo de visión frente a los objetivos a batir como sucede en los partidos de fútbol, de modo que la orden de ataque la habrá dado el director de la cadena y no el presidente de Estados Unidos. ¡Acción! ¡Estamos grabando! Pero las cámaras nunca son inocentes: siempre buscan a los responsables. En esta final del campeonato mundial de la violencia que se celebra en Bagdad también hay una tribuna donde están sentados los propietarios de Tomahawk, los grandes facinerosos, los gánsteres encorbatados. Sin duda, Sadam Husein es un tirano, aunque en la práctica sólo sea un miserable navajero de fondo sur frente a una maquinaria infernal.
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