La tapadera periodística de un espía británico
Dominic Lawson, director del semanal "The Sunday Telegraph," es acusado por dos diputados laboristas de ser agente al servicio del espionaje inglés .
La historia empezó cuando un antiguo funcionario del M16, Richard Tomlinson, se encerró a principios de octubre en un hotel de Ginebra para hablar con un periodista británico sobre el periodo en el que trabajó para el servicio secreto de espionaje. Su conversación fue el inicio de una cadena de acontecimientos que ha culminado esta semana con la extraordinaria sugerencia de que el director de un venerable dominical, hijo de un antiguo ministro de Hacienda, era un agente en la nómina del M16.La acusación la hicieron en la Cámara de los Comunes, protegidos por la prerrogativa parlamentaria, dos diputados laboristas del ala izquierda. Han corrido sospechas de que Brian Sedgemore y George Galloway podían haber contado con la ayuda de The Guardian, con la explicación de que el periódico deseaba ver el nombre de Dominic Lawson en la palestra sin correr el riesgo de una demanda judicial.
Todos niegan todo. The Guardian niega que tendiera una trampa al hombre de 41 años que dirige The Sunday Telegraph; también lo niegan los diputados. Lawson y el Foreign Office niegan que él haya sido "agente" del M16. Los cínicos replican: "¿Y cómo no lo van a negar?", y la reputación ya está dañada. Tomlinson es un personaje afable, dispuesto a hablar con cualquier periodista que vaya a Ginebra o le llame por teléfono. El año pasado estuvo 12 meses en la cárcel, en virtud de la Ley de Secretos Oficiales, después de intentar publicar las memorias de su paso por el M16. Obligado a marcharse de Francia y Nueva Zelanda, se refugió en Ginebra. Los suizos no son tan susceptibles a las presiones británicas de extradición. Hace dos meses, Tomlinson recibió la visita de Mark Watts, jefe de información de Sunday Business. Los resultados de su conversación, que aparecieron publicados el 11 de octubre de 1998, empezaba con esta frase: "El nombre es Bond, James Bond; con licencia para hacer grandes negocios para la sociedad anónima del Reino Unido". El artículo afirmaba que se había contratado al director de un periódico nacional como agente a sueldo. Tomlinson le había dicho a Watts: "Éste fue el éxito más resonante de Operaciones de Información, o I-Ops, una unidad del M16 que se dedica a cultivar a periodistas y directivos amigos. El artículo no nombraba al director en cuestión.
La noticia llamó la atención en el M16. Para empezar, el artículo rompía el mandamiento judicial que establece que la prensa británica no debe publicar ningún comentario de Tomlinson sobre operaciones del M16. En segundo lugar, estas informaciones parecían incluir nuevas infracciones de la Ley de Secretos Oficiales. Se encargó a la policía de Defensa que investigara. La semana pasada, agentes del cuerpo visitaron las oficinas de Sunday Business y al director, Jeff Randall. Parecían muy interesados por todo lo relacionado con el director sin nombre.
El sábado anterior, Michael Evans, de The Times, revelaba las investigaciones de la policía. Desde entonces, los medios se han lanzado a las especulaciones sobre la identidad del director. Es posible que haya proporcionado tapadera periodística a agentes del M16 y que haya hecho sitio en su publicación a noticias que interesaban al Servicio. The Sunday Times publicó una información de tono más ligero, en la que citaba a directores que negaban ser el personaje en cuestión. Jeff Randall, director de Sunday Business, afirmó el jueves: "En el transcurso de la entrevista, Tomlinson mencionó que el M16 había reclutado al director de un periódico británico. Eso fue lo que puso a todos en el disparadero".
Randall decidió no seguir la noticia. "Cabía la posibilidad de que las alegaciones de Tomlinson no fueran ciertas. E incluso, si eran verdad, la persona involucrada y el M16 iban a negarlo". El pasado fin de semana empezó a sonar en círculos periodísticos el nombre de Dominic Lawson, director de The Sunday Telegraph. Se rumoreaba que Tomlinson había citado su nombre, y que le habían reclutado cuando dirigía el semanal The Spectator. Lawson posee un impecable pedigrí de miembro del sistema. Hijo de un ex ministro de Hacienda tory, se educó en Eton y Westminster. Siguió sus estudios en Christ Church y Oxford, y trabajó para The World Tonight y Financial Times. En 1987 entró en The Spectator (su padre lo dirigió en 1965) como segundo de Charles Moore, y se convirtió en director en 1990.
Conrad Black le designó para dirigir The Sunday Telegraph en 1995, tras el final de la guerra fría. Pero las tradiciones de lucha política seguían bloqueadas en los años de más congelación. Las publicaciones conservadoras seguían acusando a periodistas de izquierdas de estar demasiado próximos a los servicios extranjeros de espionaje.
En diciembre de 1994, bajo la dirección de Lawson, The Spectator afirmó que Richard Gott, redactor literario de The Guardian, había sido agente a sueldo del KGB, se había reunido con sus agentes y había aceptado billetes de avión del servicio de inteligencia soviético. En 1997, otro funcionario renegado, David Shayler, reveló que el M16 había investigado a la responsable de Internacional en The Guardian, Victoria Brittain, por permitir que Kojo Tsikata, jefe de las fuerzas de seguridad de Ghana, canalizara dinero libio, destinado a sufragar una demanda de libelo contra The Independent, a través de su cuenta bancaria en Londres. Una vez más, The Spectator (que entonces dirigía Frank Johnson) se adhirió a la causa y su columnista sobre medios de comunicación, Stephen Glover, se convirtió en el crítico más duro de Brittain. Sería algo exagerado decir que a The Guardian le interesaba airear las acusaciones contra Lawson en venganza por el daño que éste hizo con el asunto de Gott. No obstante, la relación entre el nombre de Lawson y el M16 fue acogida con entusiasmo en el diario. Al fin y al cabo, se había aprovechado del caso Gott para causar el máximo perjuicio posible. En su momento negó que le hubieran inspirado la noticia ni el Partido Conservador ni Jonathan Aitken. En un editorial, declaró que había publicado las alegaciones porque Gott había abusado de la confianza que los lectores depositaban en él. The Spectator reconoció que Gott no había cometido ningún delito al reunirse con agentes del KGB y que sus acciones no habían supuesto problemas para la seguridad nacional.
Aunque el nombre de Lawson circulaba por los medios de comunicación, había un problema. Con las draconianas leyes de libelo vigentes en Gran Bretaña, ¿cómo iban a salir a la luz pública las alegaciones? La solución llegó de dos diputados que, protegidos por la prerrogativa parlamentaria, mencionaron el nombre de Lawson en la Cámara de los Comunes.
El primero de los diputados, el laborista Brian Sedgemore, citó el nombre durante un debate sobre el proyecto de Ley de Libertad de Información. Usando las palabras con sumo cuidado, Sedgemore dijo: "Espero que tengamos tiempo, de aquí a Navidad, para examinar la afirmación de que Dominic Lawson, director de The Sunday Telegraph, es un agente a sueldo del M16. Parece muy extraño. Si fuera cierto sería muy perjudicial para la prensa. Es una alegación que hace Tomlinson. No tengo ni idea de si es verdad, pero se trata de algo que debemos estudiar". George Galloway fue el otro laborista que lo nombró. Presentó una moción por la mañana, además de varias preguntas. Gracias a ello, los periódicos pudieron publicar la información. Entonces The Guardian dedicó portada y una página interior.
La cuestión es si se utilizó a Sedgemore y Galloway para que dieran el nombre de Dominic Lawson aprovechando la prerrogativa parlamentaria. Sedgemore lo ha negado en unas declaraciones a The Independent, y Galloway afirmó el jueves por la noche: "Mi fuente es mucho más próxima al M16 que Farrongdon Road . Se trata de alguien que me merece plena confianza y que me dio el nombre de Lawson".
No obstante, el inconveniente de este tipo de acusaciones es que son muy difíciles de probar. En el mundo del espionaje, las ambigüedades de lenguaje son la clave para mantener relaciones.
En la pregunta de Sedgemore se incluía la palabra agente, que también repitió Lawson al declarar que no era un "agente, pagado ni sin pagar, del M16". Su mujer ha declarado que considera ridícula la insinuación de que es "un espía" (un término que los servicios secretos sólo utilizan para referirse a los del otro bando). La pregunta más significativa que puede hacerse a cualquiera que esté acusado de relacionarse con los servicios de seguridad es: "¿Cuál es el carácter de su relación, ha recibido usted a cambio algún salario o beneficio?".
El Foreign Office tomó la medida, poco habitual, de emitir una declaración categórica en la que afirmaba que el M16 "nunca reclutaría a un director de periódico". Pero tenemos que preguntarnos de nuevo qué quieren decir en realidad esas palabras. Estas personas son auténticos manipuladores. El hecho de que un servicio no "reclute" a alguien no quiere decir que no pueda tener relación con él.
Desde luego, Lawson aclarará todas estas cuestiones por su cuenta. Pero la duda más general, que suscitan todos los casos de presunta participación de periodistas en las labores de espionaje, es hasta qué punto resulta aceptable esa relación. Numerosos periodistas obtienen buenas informaciones o datos que permitan respaldarlas gracias a sus conversaciones con los servicios de seguridad. La clave es qué hacer cuando, a cambio, piden favores. Ahora se dice que una serie de artículos que aparecieron en The Spectator sobre Bosnia con la firma de Kenneth Roberts fueron en realidad obra de un funcionario del M16. Lawson niega todo concimiento del caso.
Sin embargo, era extraño que un hombre que firmaba "acompañando a las fuerzas de la ONU en Bosnia" y que criticaba de forma durísima la orientación de las informaciones que daban los medios británicos sobre los serbobosnios fuera tan reacio a revelar su identidad y que Lawson no sospechara que los servicios secretos estaban implicados.
No hay prácticamente ninguna excusa para falsear una data. Los lectores tienen derecho a confiar en que los autores sean quienes dicen ser. Sin embargo, alrededor del Spectator de Lawson había cierta frivolidad. Lo mejor que tenía eran exclusivas como la revelación del exabrupto de sobremesa lanzado por Nicholas Ridley contra los alemanes. Lo peor, que permitía que los periodistas arreglasen sus cuentas de forma anónima, como cuando apareció un artículo en defensa del estafador convicto Darius Guppy firmado por Veronica Lodge. En realidad, la autora era la redactora jefa de Internacional, Anne Applebaum. Pareció un poco innecesario, sólo para defender a un amigo.
Desde luego, el M16 se ha dedicado a cortejar los medios para airear su versión de los sucesos. No estaban a favor de seguir involucrándose en la crisis bosnia, y les preocupaba que los informativos, los de televisión especialmente, se estuvieran haciendo muy antiserbios y, como consecuencia, animaban a los políticos a respaldar la participación británica.
No obstante, las ardillas -que es como llama el M16 a su clan- tenían además otros problemas más cercanos. Alarmado ante las amenazas del arrepentido Tomlinson, David Spedding, nuevo jefe del servicio, autorizó en 1995 a que se divulgaran, por primera vez, informaciones limitadas sobre el caso, con el propósito de contrarrestar las alegaciones de Tomlinson. Aunque la tesis oficial era (y sigue siendo) que ni el M16 ni su equivalente interior, el M15, hablan con la prensa, Spedding inició la costumbre de celebrar almuerzos amistosos con destacados periodistas con el fin de abrir canales de comunicación.
Esta apertura a medias del M16, que utiliza a la prensa para influir sobre la opinión pública sin reconocer abiertamente que lo hace, suscita serias dudas sobre lo que leemos y lo que vemos.
© The Independent / EL PAÍS
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