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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¿Que cuánto hace que no subo?

No es un sueño, no. Ni una ilusión, tampoco. Es el anuncio de Renfe, una maravilla de la publicidad que se traduce en dinero, para crear una imagen y la necesidad que existe de inversión en infraestructura, seguridad y progreso ¡Extraña paradoja! Los tiempos corren y, por desgracia, valen más las palabras que los hechos. Trabajo en Renfe y me gusta lo que hago, pero soy un profesional sin suerte. Mi juventud me ha condenado no por falta de preparación, sino por la época que me ha tocado vivir. ¿Que cuánto hace que no subo al tren?, pues hoy mismo, para desplazarme de mi casa al centro de trabajo: pago el billete y recorro casi 500 kilómetros, y ocho años haciendo lo mismo. Ocho largos años. Los amigos, la familia, poco a poco los voy perdiendo, y me preguntan: ¿salen los traslados? Sí, pero, habiendo plazas en casa, los tiempos modernos aconsejan a la empresa utilizar plazas temporales e inmovilizar al personal más antiguo, primando el ahorro frente a la calidad de vida de sus empleados. ¡Vuelvo a pagar los platos rotos! Llevo mi desarraigo con tristeza, aunque, por suerte, la vida sigue, y, al repasar la prensa, vuelvo a la "realidad fantástica", multitud de noticias sobre el TAV a Barcelona, la alta velocidad a Valladolid, es decir, inversiones astronómicas para la población privilegiada; sin embargo, aunque vivo en Madrid, me identifico con la multitud de ciudadanos desarraigados del ferrocarril, que sufrirán más las nuevas políticas liberalizadoras de la Unión Europea, que permitirán la entrada de operadores privados y la reducción del presupuesto estatal para el ferrocarril. Las inversiones se realizarán en lugares donde sea rentable, y mientras, el resto de contribuyentes se tendrá que conformar con líneas y trenes de segunda categoría; pero no es necesario irse a ese futuro cercano; ya hoy, ciudadanos de pueblos y ciudades pequeñas que utilizaban el ferrocarril como único medio de transporte y los ciudadanos más desfavorecidos que no pueden pagar precios de AVE también ¡pagan los platos rotos! Por mi parte, seguiré viajando con el convencimiento de que algún día volveré a mi casa. Ocho largos años viajando del trabajo a mi hogar bien merecen un justo concurso de traslados.- Miguel Ganuza.

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