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Tribuna
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Homínidos

Manuel Vicent

El descubrimiento del esqueleto de un homínido de hace 3,6 millones de años cerca de Johanesburgo y el paseo espacial de dos astronautas pueden leerse en una misma página del periódico. Las dos noticias parecían marcar hasta ahora la máxima separación del espíritu humano, pero esta distancia acaba de ampliarse. Mientras otra nave parte hoy hacia Marte aquí en la Tierra unos científicos han descodificado genéticamente un gusano, lo cual quiere decir que puede ser reconstruido de nuevo y resulta que el gusano comparte el 36% de sus genes con el hombre. Eso explica muchas cosas. Brindemos por estos nuevos parientes que acaban de incorporarse a la gran familia humana. Me pregunto dónde estará la mitad del camino entre ese gusano que habita en el estiércol con sólo 959 células y el astronauta que vuela extracorpóreamente por el espacio sideral. Si ambos comparten un tercio de naturaleza, tal vez la encrucijada está en ese homínido de Johanesburgo. Por mi parte no hay inconveniente. Los primates siempre me han caído bien. Creo que si esos seres vivieran hoy entre nosotros serían más sensibles que muchos sujetos que van por ahí con un maletín de Vuitton. Con gran placer llevaría a uno de esos homínidos a bailar el mambo. Podría muy bien tomarme con él una copa en Cock, sentarlo a mi lado en la tertulia del Gijón e incluso presentarle a alguna amiga con la certeza de que acabarían los dos cogidos de la mano contemplando el crepúsculo. En vista de que el espíritu humano ha sido rebajado al nivel de los gusanos, ese homínido de Johanesburgo puede ser considerado ya un caballero. Sin duda cambiaría de acera al cruzarse con un cabeza rapada. Aunque medía tan sólo 1,22 metros de altura, hay que imaginarlo hoy con traje Príncipe de Gales, corbata, sombrero y recién lavado. Con un poco de práctica, no sólo sería capaz de tocar como nadie las maracas, sino también de presidir un consejo de administración. No sé hacia dónde va la esencia del corazón humano, si hacia el amianto de los astronautas o hacia el estiércol de los gusanos. Amo los homínidos. Pertenecen a aquel estado del cosmos en que la química ya se había hecho sentimiento pero todavía no habían llegado los dioses y por eso eran inocentes, aunque un poco cazurros. Los prefiero mil veces a un patriota con navaja, a un tonto con Rolex, a un tiburón con Cristo de Dalí o a cualquier alcalde engominado.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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