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Reportaje:MEDIO AMBIENTE

Un experimento con gansos revelará el grado de contaminación en Doñana

Miles de aves que emigran al coto serán desviadas a zonas alejadas de Aznalcóllar

Científicos de la Estación Biológica de Doñana han ideado un sistema para desviar a miles de ánsares o gansos que buscan invernar en el parque de las zonas más cercanas a la catástrofe de Aznalcóllar. Al mismo tiempo estas aves son protagonistas de una investigación sobre el impacto que la contaminación puede producir en esta especie y su evolución en los próximos años. Para ello, más de 8.000 aves portan un collar que permite observarlas en su viaje hacia el coto.

Miles de ánsares o gansos cruzan estos días los cielos españoles en busca de su paraíso de invierno, Doñana, ignorantes de la amenaza silente que allí les espera: los restos de la catástrofe de Aznalcóllar. Pero su suerte no va a depender del azar: una astuta gestión del medio natural del parque pretende desviarlos de las zonas más peligrosas, concentrándolos en áreas seguras. Y, al mismo tiempo, los gansos van a ser protagonistas de una investigación sobre el impacto que la contaminación puede producir en una especie y su evolución a lo largo de los próximos años, que están llevando a cabo los científicos de la Estación Biológica que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) mantiene en el coto.El pasado agosto, y dentro de un programa de colaboración entre la Estación Biológica y diversos organismos de investigación y conservación europeos, se procedió a la captura de varias decenas de ejemplares vivos de gansos en Noruega, Suecia y Dinamarca, para obtener muestras de su sangre y proceder a su análisis. Ahora, durante este mes, se intentará recapturarlos, ya en Doñana, para extraerles una nueva muestra de sangre. La operación se repetirá antes de que las aves retornen a sus zonas de reproducción, el norte de Europa, a finales de febrero, y seguirán realizándose, tanto allí como aquí, al menos durante cinco años, según explica Miguel Ferrer, director de la estación biológica.

Además, para disponer de mayor información, se ha procedido al análisis de tejidos y órganos, principalmente músculos e hígado, de casi un centenar de animales que han muerto en los países nórdicos de forma natural durante los últimos meses. Los datos obtenidos irán siendo comparados con las muestras que se vayan obteniendo de las aves muertas, ya sea en el coto o en el norte europeo, en los próximos años.

El trabajo va ser posible gracias a la existencia de una investigación previa de las costumbres migratorias de estas aves. Según Miguel Ferrer, desde hace un cuarto de siglo al menos se trabaja en colaboración con científicos noruegos, suecos y daneses para estudiar las rutas y la fidelidad a la zona de invernada. Doñana es el principal puerto de destino, aunque las cifras de acogida varían mucho cada año, dependiendo del estado hidráulico del coto. "Con frecuencia recibimos al 60% o 70% de la población total, pudiendo llegar en años buenos al 80%, rozando los 100.000 ejemplares", dice Ferrer.

Para realizar este seguimiento, un gran número de gansos nórdicos (entre 8.000 y 9.000, según Ferrer) están marcados mediante un collar de plástico con una identificación visible con prismáticos potentes. Gracias a ello, los animales capturados para este experimento se han elegido cuidadosamente entre los que se sabe que mayor fidelidad guardan a Doñana.

"Lo que queremos es monitorizar cómo evoluciona la contaminación de los gansos que utilizan Doñana en comparación con los que invernan en otros lugares, y conocer los efectos que ello puede provocar de cara a la conservación de la población", dice Ferrer. "Se trata de un trabajo pionero a escala mundial, ya que en la bibliografía existente los tamaños de las muestras son ridículos". El problema es que suelen estar hechos por químicos, para quienes lo significativo es que se encuentre algún animal contaminado, pero escasean los estudios de población, que deberían ser los significativos para los biólogos. "No se trata de saber si hay un ganso contaminado, sino si eso va a afectar a la población europea de gansos", añade el biólogo. Por la experiencia disponible, se sabe que los animales afectados por metales pesados no sufren mortalidades masivas e inmediatas, pero sufren una fuerte depresión del sistema inmune, haciéndose mucho más sensibles a patógenos y parásitos y, por tanto, más vulnerables. También se producen con frecuencia alteraciones del reproductor, con deficiencias en la formación de huevos y en la producción de espermatozoides. Pero los científicos no van a esperar a los resultados de los análisis para poner en marcha medidas de protección. Para empezar, han realizado un modelo de simulación con diferentes escenarios posibles y ya han sacado conclusiones. Según Ferrer, "en el peor de los casos, en un escenario en el que fuéramos incapaces de mover a la población de un sitio a otro, calculamos que como mucho sólo un 10% de la población estaría expuesta a la contaminación un tiempo suficiente como para acumular metales en una concentración significativa".

Para "mover los animales aves" la estrategia es sencilla, ya que en el coto se alimentan del bulbo de la castañuela, que está enterrado unos centímetros bajo el barro. Cuando éste está seco no pueden sacar el bulbo y, por tanto, alimentarse. Eso explica que los años secos, como éste, el porcentaje de la población que inverna en el coto disminuya, lo que en esta ocasión ha beneficiado a las aves, al reducir su exposición a las zonas contaminadas.

"La catástrofe de Aznalcóllar ha puesto en marcha un experimento bestial en torno a los efectos de la contaminación sobre los sistemas naturales. Sin duda, en todo el mundo va a haber un antes y un después en el conocimiento de estos impactos sobre el agua, el suelo, la vegetación o la fauna", dice Ferrer.

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