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Portadores de proyectos

De tarde en tarde, el gran partido de la clase obrera emerge de las brumas rodeado de toda su venerable parafernalia: sus tres iniciales históricas, sus rojas banderas, sus farragosos informes, su puño en alto, su Internacional. En los tiempos a los que esas imágenes nos remiten, se alzaba frente al capitalismo -como recuerda el informe al XV Congreso- una idea alternativa que servía a la izquierda como réplica y posibilidad de otro orden mundial superior al capitalista. Las revoluciones mexicana, soviética, china, cubana y otras sin especificar habían expresado "la posibilidad de organizar un sistema económico distinto e informado por los valores alternativos de solidaridad y de igualdad".Es lógica la nostalgia por un mundo preñado de tantas promesas. Los comunistas de las democracias occidentales se habían acostumbrado a disponer de una cómoda parcela de poder predicando un sistema de valores alternativos al que sin embargo no tenían ninguna prisa por llegar. La reiteradísima comparación entre partido e iglesia es pertinente también en este punto: tampoco los creyentes sienten excesivo anhelo de alcanzar la alternativa de todas las alternativas que es el cielo, y a buen seguro que demorarían la experiencia si alguien encontrara un antídoto a la muerte. En todo caso, como el cielo para la tierra, también aquel mundo existía como Alternativa -que los comunistas escriben siempre con mayúscula- a las explotaciones y miserias del capitalismo.

Pero he aquí que hace diez años se ha producido "el derrumbamiento del muro de Berlín y la extinción de la URSS". Tradicionalmente, cuando un comunista se preguntaba qué hacer, la respuesta venía determinada por la absoluta seguridad de que la extinción era el destino inexorable del capitalismo y del Estado democrático-burgués. Hoy, sin embargo, lo que se ha extinguido -por seguir con la bella imagen del Informe- no es el capitalismo, sino la Alternativa en carne mortal que era la URSS. Puede buscarse, desde luego, el consuelo que se quiera y maldecir la guerra fría, la perversidad del enemigo, la traición socialdemócrata. Pero el hecho cierto es que desde hace diez años la Alternativa comunista es el pasado de la humanidad, no su futuro.

Así las cosas, a los comunistas que se obstinan en tejer "el hilo rojo del marxismo revolucionario" no les queda más remedio que refugiarse en el piadoso deseo de un triunfo sólo aparente del capital. La extinción de la URSS ha dejado "aparentemente" el campo a la idea única del capitalismo y de su aliado, la socialdemocracia. A pesar de este éxito, lo Único no es real; su triunfo se debe a una fabulosa conspiración mundial que logra convertir la apariencia en realidad por medio de un fuerte control cultural. El capitalismo, que en la realidad es un fracaso, triunfa en lo ideológico gracias a una ofensiva mediática, a la que ayer sirvió la socialdemocracia y a la que sirve hoy, creando la ilusión de cambio por mera alternancia de gobierno, la tercera vía.

Al actuar como si el capitalismo fuese una apariencia y al expulsar de la historia a la socialdemocracia por su redomada traición, los comunistas se identifican como únicos "portadores de proyectos" de alcance universal. Proyectos, ya se comprende, dotados de una superior racionalidad que únicamente por fallos de comunicación no son abrazados por la clase obrera. De ahí que la tarea más urgente que el XV Congreso impone a los militantes sea la conquista de la hegemonía ideológica mejorando la comunicación. Y así topamos con la pedagogía ocupando otra vez el lugar de la política, como sucedía con aquellos "señores campeones del obrero medio" que tanto irritaban a Lenin. Por cierto, no estaría de más que, antes de endilgarnos la primera lección, estos renovados portadores de proyectos repasaran el ¿Qué hacer? y, en lugar de "insultar al obrero", comenzaran a "hablar de cosas serias y dejaran la pedagogía a los pedagogos y no a los políticos y a los organizadores".

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