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UV y el juguete de los presupuestos

Los regionalistas apoyan enmiendas de la oposición sin calado económico para ganar protagonismo

"El juego es la vida, el juguete la alegría", según reza un adagio francés. Traducido a las componendas políticas en la Comunidad Valenciana, el juego son las próximas elecciones autonómicas y, desde su condición de bisagra, los regionalistas de Unión Valenciana han convertido los presupuestos para 1999 en su juguete preferido de fin de año. El debate en comisión de las cuentas de la Generalitat, a lo largo de la pasada semana, ha permitido a los regionalistas ganar protagonismo al apoyar diversas enmiendas de la oposición, en su mayoría sin verdadero calado económico. Los fondos públicos han permitido a Unión Valenciana distribuir prebendas en territorios ajenos a sus dominios habituales a través de las consejerías de Agricultura y Medio Ambiente. A falta de siete meses para las elecciones autonómicas la posibilidad de poner en cuestión el grueso de las cuentas de la Generalitat y romper el acuerdo de gobierno sería suicida para los regionalistas y para su creciente implantación territorial. Pero las enmiendas que no pasan más allá de las declaraciones de intenciones son muy socorridas para marcar diferencias. Héctor Villalba, presidente de UV, comentaba el viernes en Alicante que el apoyo de su partido a diversas enmiendas de la oposición no constituye "un incumplimiento" del acuerdo de gobierno para garantizar la estabilidad del Consell, sino que no pasan de ser "una forma de demostrar al electorado la diferencia entre un partido nacionalista de centro y un partido centralista de carácter conservador como es el PP". Pero el propio Villalba delató su juego cuando, al margen de la declaración genérica habitual, concedió sin titubeos que las enmiendas de la oposición aprobadas con el apoyo de UV se refieren a "compromisos políticos y prácticamente ninguna llevaba aparejada una alteración de los presupuestos económicos". El juego de UV permite dar satisfacción, sobre todo, a los socialistas, aunque Nova Esquerra también ha disfrutado de algún triunfo menor gracias a los gambitos de los regionalistas. El propio Villalba reiteraba un mensaje que se ha convertido en cantinela en los últimos tiempos: "Estamos convencidos de que después de las elecciones gobernará la Generalitat quien UV decida". Las buenas palabras de Joan Romero, secretario general del PSPV, hacia la seriedad demostrada por UV en su reciente congreso nacional celebrado en Gandia no son ajenas a la estrategia de la tensión. Romero alabó a los regionalistas por las buenas maneras demostradas durante su cónclave nacional y elevó a Villalba como interlocutor compartiendo mantel unos días más tarde. Las palabras de Romero contrastan con la virulencia demostrada por el Bloc Nacionalista Valencià cuando los regionalistas insistieron en arrogarse la condición de depositarios del auténtico nacionalismo valenciano. Pere Mayor, máximo responsable del BNV, se refirió a UV como una unión temporal de empresas y destacó las dificultades para entablar un diálogo civilizado. Los cuartos en discordia, los populares, agasajan a Mayor todo lo que pueden. Al margen de su condición de puente con Cataluña a lo largo de las negociaciones en el seno del Consell Valencià de Cultura para pactar el texto del dictamen sobre la lengua, el dirigente nacionalista ha visitado el Palau de la Generalitat con una frecuencia inusitada en los últimos tiempos. La distancia en porcentaje de votos entre populares y socialistas en las próximas elecciones autonómicas será clave para ajustar el reparto de escaños. Los populares sueñan con aumentar la brecha con los socialistas y se esfuerzan por dar carta de naturaleza al BNV. Eduardo Zaplana ha mencionado en ocasiones la posibilidad de reducir el listón para acceder a la representación en las Cortes a un 3%, única opción de los nacionalistas para entrar en el parlamento autonómico y demasiado complicada a la vista de la evolución de los debates en la comisión que estudia la reforma del Estatuto de Autonomía. Los regionalistas y los socialistas, sin embargo, juegan a la contra. El previsible descenso de votos de Esquerra Unida tras la separación de Nova Esquerra ofrece una bolsa de votos que ambas formaciones aspiran a capitalizar. Los regionalistas nadan en la indefinición ideológica y apuestan por sumar todo el voto nacionalista. Los socialistas prefieren ubicar a UV en un espacio de centro para que puedan restar algún voto a los populares. El juego está en manos del electorado, el juguete en manos de los diputados autonómicos. Y las partidas que pierden o ganan los populares o los socialistas cuando los regionalistas tiran el dado en una disputa que se centra en el terreno de los presupuestos no pasan de ser un mero entretenimiento. Aunque son los regionalistas los que más parecen disfrutar del juguete.

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