Somos buenos
Somos buenos. Así pude comprobarlo la noche del 28 de noviembre al asistir a la representación de Momix en el Teatro de Madrid. Los que admiramos a este grupo americano intentamos acudir a la cita de su espectáculo en cuanto nos enteramos de ello. Este año volvió a cumplirse, pero no en las mismas condiciones que otras veces. La mitad del espectáculo era repetición de otros vistos en Madrid con anterioridad. Tres mil pesetas por butacas en forma de gradas ascendentes, no aptas para los que padecen vértigo, te producían la misma sensación que aquellos gallineros a los que uno iba de estudiante.Aquella noche lo vimos todo lejano, con escasa luz y, por tanto, con poca definición de formas y movimientos; ni siquiera disponíamos de un programa con el que seguir los distintos montajes. Sin embargo, nadie se quejó. Es más, el público acogió calurosamente a los artistas, con tal fervor que para mí ése fue el verdadero espectáculo. Un público que no dejaba de aplaudir y hacía salir una y otra vez a los bailarines. Esto me recompensó del sufrimiento de ver durante hora y media a una compañía que apenas ha renovado su repertorio y que por el lugar donde se representaba me recordaba más a un festival de colegio que a un sobrevalorado Festival de Otoño de Madrid. Olé al público madrileño, caluroso, vitalista, animoso; pero, eso sí, un poco conformista.-
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