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Las dos trincheras del urbanismo

José Manuel Romero

En Madrid, con gobiernos del PP en la capital y la Comunidad, se repiten las mismas disputas urbanísticas que antaño padecieron los ejecutivos socialistas.Fueron famosas, y públicas, las diferencias de criterio entre el edil de Urbanismo, Jesús Espelosín, y el consejero de Urbanismo, Eduardo Mangada. Los dos socialistas discutían por proyectos municipales que paralizaba la Comunidad de Madrid, máxima autoridad urbanística de la región.

El aparato del PSOE fue incapaz de poner orden en aquella complicada relación. La sorda batalla de las competencias siempre acababa, con mucho ruido, en los medios de comunicación. La pugna, con el PP al frente de las instituciones, continúa por la misma senda. La dirección regional del partido tampoco consigue imponer el acuerdo entre ambos gobiernos. Eso sí, a veces organiza comidas entre los discrepantes.

El alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, aprobó un Plan General (su idea de la capital del futuro), y el presidente regional, Alberto Ruiz-Gallardón, se lo enmendó.

El alcalde se lo tomó mal y llegó a declarar que algunas correcciones impuestas por el presidente a su idea de ciudad beneficiaban a los más ricos y a las tesis socialistas. Luego rectificó.

Pero el concejal de Urbanismo, Ignacio del Río, nunca perdonó al consejero de Obras Públicas, Luis Eduardo Cortés. Del Río llegó a mostrar a algunos periodistas un fax que supuestamente le habían enviado desde la Consejería de Obras Públicas garantizándole que el Plan General sería aprobado por la Comunidad sin apenas correcciones. Luego le sorprendieron.

Perdió esa batalla pero ganó otras. Cortés quería consorcios públicos para gestionar los nuevos barrios (al igual que se hace en los municipios de la periferia para promover viviendas baratas). Pero el concejal Del Río se salió con la suya e impuso la gestión de propietarios privados para los nuevos ensanches.

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Cortés perdió su apuesta para levantar un Palacio de Justicia en un solar de la plaza de Castilla, y Del Río propuso, de urgencia, el solar de la cárcel de Carabanchel para el mismo fin. No se tragan y la ciudad se resiente. El último partido lo juegan en terrenos de Chamartín.

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