Se va, pero se queda
YA NO estamos en los tiempos en que, según cuenta Solzhenitsin, las ovaciones que rubricaban el discurso del secretario general del distrito duraban cerca de un cuarto de hora porque nadie se atrevía a ser el primero en dejar de aplaudir. Abrumado ante la ovación, Anguita hacía gestos pidiendo que cesaran las palmas, pero no lo consiguió antes de que transcurrieran tres largos minutos. Así correspondía el XV Congreso del Partido Comunista de España (PCE) al discurso de despedida de quien durante una década ha sido su secretario general. Anguita, que juró que nunca sería secretario general pocas horas antes de aceptar el cargo, ha cumplido. Dijo que se iría, y se ha ido. Hay que reconocerle el mérito, porque nunca faltan nobles pretextos para desdecirse. Este mismo fin de semana, Aznar ha matizado su promesa de no estar más de dos legislaturas en La Moncloa diciendo que eso no significa renunciar a volver pasado un plazo. Anguita se va, pero no muy lejos. Seguirá siendo el coordinador de Izquierda Unida, la plataforma electoral y de intervención política del PCE. Y en el partido le sucede quien ya era su lugarteniente, Francisco Frutos. Pero hay cierto valor en su retirada: porque es voluntaria, pero también porque durante estos años ha actuado en IU más como jefe del partido que como coordinador de la plataforma; y porque ya se sabe que las bicefalias pueden dar dolor de cabeza.A juzgar por los discursos del nuevo secretario, no hay que esperar grandes cambios. Por ejemplo, no se ve voluntad de cerrar las heridas abiertas en el anterior congreso en las relaciones con Comisiones Obreras. Frutos llamó a los afiliados a dar la batalla -"democráticamente"- por cambiar la línea y desbancar a la dirección actual del sindicato hermano. Una de las resoluciones aprobadas acusa a los sindicatos de haber firmado pactos destinados a "legitimar a los poderes económicos, políticos e institucionales". Aunque tal vez algunos socialistas estén de acuerdo en que los sindicatos han tratado mejor al Gobierno de la derecha que a los de la izquierda, liquidar el asunto de la negociación por el empleo con ese juicio sumarísimo es de una superficialidad y demagogia insuperables. Mejor dicho, sólo superable por insinuaciones como la deslizada por el nuevo secretario general al preguntar en su primer discurso como tal si el PP "aceptaría una victoria de la izquierda transformadora sin sacar los tanques a la calle". Lo dijo tras una referencia a Italia en los años de la guerra fría. Sin embargo, hay lecciones más recientes de la experiencia de los comunistas italianos, que hoy gobiernan en Italia tras haber renunciado, un año antes de la caída del muro, a unas siglas inevitablemente unidas a una teoría y una práctica no democráticas. El dogmatismo de Anguita ha impedido al PCE desempeñar aquí un papel comparable, como pareció posible tras la derrota electoral de un PSOE muy desmoralizado. Frutos prefiere el ejemplo francés, y ayer ofreció a los socialistas un pacto político como el que precedió a la victoria de Jospin. No quedó claro, sin embargo, cuál sería la naturaleza de ese pacto ni si supone una renuncia a la teoría de las dos orillas, incluyendo la pretensión de que sean los socialistas quienes acepten el programa correcto.
De las propuestas programáticas, la más desconcertante es la relativa a la cuestión autonómica. Tras constatar que el actual modelo ha dado lugar a un sistema "más desigual, injusto y desequilibrado", el XV Congreso propone reformar la Constitución para incluir en ella el derecho de autodeterminación; pero no sólo de las nacionalidades históricas, sino de todas las comunidades: una auténtica ultrasolución, excelente para generalizar la confusión.
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