La caja de Pandora en los mares del Sur
Fuera del desorden callejero, que crecerá en la segunda mitad de enero, una vez concluido el Ramadán, hay otras dos situaciones que pondrían al Ejército al borde del disparadero: la islamización y la ruptura de la unidad nacional.La islamización de la sociedad es buscada por algunos radicales que, o minusvaloran el secular acervo de tolerancia religiosa del país o quieren sacar partido de las frustraciones de una población reducida de la noche a la mañana a la miseria: la mitad del país vive por debajo del umbral de la pobreza, y la escasa clase media que se desarrolló con el régimen no ve salidas a corto y medio plazo. Los soldados tienen creencias religiosas como individuos, pero no permitirán la implantación de un Estado confesional en el archipiélago, algo que prohíbe expresamente el primer principio de la Pancasila, que fuerza a la creencia religiosa, sea cual sea, y garantiza que ninguna religión se impondrá sobre otra.
Los militares indonesios tienen acreditada su fobia a la politización del islam, lo que no evita que haya destacados generales a los que agrada la idea verde (el color del islam), frente a los blanco y rojo (del color de la bandera), que mantienen la distancia de la religión, entre éstos el fiel musulmán Wiranto. El general Feisal Tanjung, actual ministro coordinador para Defensa y Seguridad y antiguo jefe del Ejército con Suharto, es el más prominente de todos los que son propensos a lo verde, aunque se esfuerza todo lo posible para evitar esa asociación. Es ambicioso y no se conforma con el número dos. Algunas fuentes atribuyen a sus gestiones el ataque contra los estudiantes de Atma Jaya, en línea con la idea de que existe una mano detrás de los incidentes que busca crear problemas a Wiranto.
En contra de la secesión En el frente de la unidad nacional, todo Yakarta hace piña contra las expectativas secesionistas de algunas provincias. En la católica Timor Oriental, la musulmana Aceh y la cristiana y animista Irian Jaya es donde con más vigor se reclaman derechos que las botas militares aplastan. Sólo el dirigente islamista Amien Rais ha hablado de entregar la independencia a Timor Oriental, la colonia portuguesa invadida por Suharto en 1975 y anexionada en 1976. Los demás líderes políticos, del régimen o de la oposición, lo más que conceden a Timor es una amplia autonomía, en un marco general de descentralización de un Estado regido férreamente desde Yakarta. "La mayor preocupación de los militares es la desintegración del país", dice el analista Aristides Kattopo, que no cree que llegue a producirse. Lo mismo piensa el profesor sueco Anders Ulihn, para quien las tensiones en esas tres provincias no serán suficientes para hacer que salte por los aires un archipiélago tan variado étnica, cultural, lingüística y religiosamente como Indonesia. Kattopo se permite el optimismo: "Hemos abierto la caja de Pandora, y han salido los rayos, pero en el fondo hay una luz, hay esperanza".
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