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La Comisión Europea 'propone reactivar la inversión pública sin crear nuevos fondos

La Comisión aprobará hoy un plan para reactivar la inversión pública europea en infraestructuras, pero sin crear nuevos fondos ni poner en marcha una emisión de deuda comunitaria. El plan —al que ha accedido EL PAÍS— obedece al mandato de la cumbre de Pörtschach, en la que los líderes de los Quince pidieron a Bruselas nuevas ideas para imprimir un "giro" de la política económica, enfatizando el crecimiento y el empleo. Para acelerar la inversión pública, el Ejecutivo confía en una combinación de fórmulas, siempre dentro de la máxima ortodoxia.

Para varios líderes socialistas patrocinadores del "giro" económico, éste debe incluir un aumento de la inversión pública, olvidada por la reducción del déficit. La Comisión avalará este propósito, según el proyecto de comunicación de los comisarios Yves-Thibault de Silguy, Neil Kinnock y el presidente, Jacques Santer, porque "los, gastos públicos de inversión se han reducido en los últimos años de manera desproporcionada". Han bajado del 3% del PIB de los Quince a principios de decenio a sólo el 2,1%. Se puede, pues, "propugnar actuaciones en favor de la inversión pública".

Pero siempre dentro de la más estricta ortodoxia. Ni se entra en la propuesta francesa de acudir a un euroempréstito o una emisión de deuda comunitaria. Ni se propone una relectura del Pacto de Estabilidad, que impone una rígida austeridad presupuestaria, como quería el comisario Mario Monti (proponiendo que las in versiones no computaran para el déficit), sino de actuar "dentro de los límites" del mismo. Ni se gira hacia un neokeynesianismo: "Este aumento de la inversión pública no se contempla como una forma de política presupuestaria anticíclica", indica. Los Quince deben cumplir la regla de oro de que la necesidad de financiación no rebase el nivel de inversión y que las generaciones actuales no se endeuden a costa de las siguientes. El giro se convierte así casi en un matiz, pues carece de un banderín de enganche como el del Libro Blanco de Jacques Delors (grandes redes y euroempréstito para financiarlas). La base del texto es que "dada la capacidad de los mercados de capitales europeos, no falta financiación a nivel de la Unión" para esos proyectos, sino condiciones aceptables y complementos. Una conclusión que no se argumenta —tampoco se hace mucho énfasis en el Fondo de Cohesión, la plataforma inversora del Sur, aunque se insista en su continuidad—, pero a partir de la cual se propone una combinación de fórmulas:

Concertación con el sector privado (cuya inversión multiplica por ocho la pública), descargando en él el coste de las obras, aunque asegurándole ciertas rentabilidades, mediante peajes ficticios o el traspaso de proyectos ya maduros. Ejemplos: la carretera principal número cuatro de Finlandia o el segundo puente sobre el Tajo.

Inversiones públicas nacionales, a costa de reducir los gastos corrientes, puesto que la inversión privada no siempre puede suplir la pública, especialmente en transporte.

Subvención de la UE. Un paso clave es aprobar los 5.500 millones de ecus (un billón de pesetas) de la Agenda 2000 para "grandes redes" de transporte y energía, en el primer septenio del próximo siglo.

Apoyos del BEl y del FEI. El Banco Europeo de Inversiones (BEl) debe arriesgar más en los "proyectos de infraestructura a largo", como hace con las pymes. Y el Fondo Europeo de Inversiones (FEI) debe implicarse en operaciones de capital-riesgo para los mismos.

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