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Los independentistas de Quebec buscan hoy una mayoría aplastante

Enric González

Lucien Bouchard, el gran hechicero del independentismo quebequés, quiere algo más que la victoria en las elecciones de hoy. Bouchard quiere una mayoría aplastante para negociar "desde una posición de fuerza" con el resto del Canadá. Mientras el líder del Parti Québécois, llevado en volandas por los sondeos, trataba ayer de asegurarse un triunfo histórico, la minoría anglófona y los francófonos federalistas se lamían las heridas por anticipado y daban por seguro un inminente tercer referéndum sobre la independencia de Quebec.

Los sondeos parecen tan definitivos, que incluso el Parti Québécois (PQ) empieza a preocuparse. Los pequistas creen que una parte de su electorado, el menos entusiasta respecto a la independencia, podría cambiar el voto a última hora para evitar que una mayoría abrumadora fuera considerada como un mandato para convocar otro referéndum.El primer ministro Bouchard trató de disipar miedos con una estrategia gradual. Necesitaba una gran mayoría, dijo en el tramo final de la campaña, para sacar adelante un acuerdo con las demás provincias canadienses sobre la llamada "unión social": una fórmula que daría a cada provincia el derecho a prescindir de los programas federales en casi cualquier ámbito (sanidad, empleo, etcétera) y a cobrar el equivalente en efectivo.

"Lo urgente es evitar nuevas intromisiones federales, y para eso hay que pactar la unión social antes del próximo presupuesto". "Luego", siguió, "podremos dedicarnos a crear las condiciones necesarias para ganar un nuevo referéndum".

Según Bouchard, su estrategia consiste en adoptar una actitud constructiva respecto a Canadá, para que dentro y fuera de Quebec se cree un clima de confianza que permita afrontar la separación "sin miedos ni resentimientos, sino con respeto y buena voluntad". Desde el bando liberal, sus planes se interpretan de forma muy distinta. "Hará lo necesario para que fracasen las negociaciones sobre la unión social, alimentará en Quebec un clima de resentimiento contra el Gobierno federal de Ottawa y contra las demás provincias canadienses, y entonces convocará el referéndum", aventuró un miembro del equipo de Jean Charest, el candidato del Partido Liberal del Quebec (PLQ).

Jean Charest, que dejó el liderazgo del Partido Conservador Progresista de Canadá para asumir la jefatura de los liberales quebequeses con la misión explícita de "salvar la unidad canadiense", sólo puede confiar ya en el voto del miedo. Todas las propuestas económicas y sociales de quien se presentó ante los electores como el salvador han quedado arrinconadas en favor de un solo lema: "Acabemos con los referéndos". Ésa es la frase con la que ha cubierto su autobús electoral. "Un voto para el PQ es un voto para la ruptura de Canadá", repite una y otra vez.

Su mensaje, sin embargo, no parece llegar a la gran mayoría francófona, que no desea una nueva "visita al dentista" (esa es la metáfora que todos los bandos emplean ya para definir las traumáticas votaciones sobre la soberanía), pero considera que el habilísimo Lucien Bouchard ha hecho una buena labor de gobierno durante la pasada legislatura, y sigue siendo el mejor defensor de los intereses de Quebec frente a la inmensa mayoría anglófona del resto de Canadá.

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El catastrofismo de Charest, y su cada vez más pesada aureola de perdedor, sólo consigue exacerbar los miedos de la minoría anglófona en la región.

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