Problemas de volumen

Spring y Cecilia Ann Roxy Club. Valencia, 28 de noviembre.No es tristeza lo que Spring desean transmitir con su música. Más bien sensualidad y una sensibilidad que, en ocasiones, no es difícil confundir con otros sentimientos más lastimeros y compungidos que a algunos pueden llegar a resultarles bien irritantes. Pero no, no van por ahí los tiros. Sin embargo, caminar por la cuerda floja, con un pie siempre tambaleándose peligrosamente hacia el vacío, tiene sus peligros: un simple descuido puede acabar sepultando a cualquier formación bajo un aluvión de calificativos (blandengue, soso o cualquiera de sus sinónimos) no deseados. En directo, la banda francesa parecía querer evitar riesgos innecesarios al decantarse por su cancionero más bailable (ese impecable pop embriagado por los aromas de la samba o la bossanova) e incrementar el volumen (y la potencia) de sus guitarras hasta un nivel que, al final, lógicamente, se volvió en su contra: no es ése el trato que precisaban los deslumbrantes temas de Out of time y The last goodbye. Algo similar le ocurrió a los granadinos Cecilia Ann: un erróneo ajuste en el control de la mesa de mezclas primó en exceso el volumen de los instrumentos sobre el de las voces, lo que obligó al público a tener que afinar extraordinariamente el oído para poder disfrutar de unos coros que en estudio incrementan el valor de las acciones del grupo. Por lo demás, el "pop de toda la vida", como lo definió el cantante Arturo García, de Cecilia Ann, no busca más que agradar a quienes todavía encuentran validez a las propuestas de Teenage Fanclub y Posies (Ken Stringfellow, no en vano, ha producido su debú, Un segundo), o, de vez en cuando, aún hacen girar en el plato sus añejos discos de la nueva ola nacional de los ochenta. Así de sencillo y agradablemente falto de grandes pretensiones.