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Tintín, en la Asamblea francesa

Los diputados franceses debatirán la ideología de su adorado héroe para conmemorar su 70º aniversario

¿Qué mejor para festejar el 70º aniversario del nacimiento de Tintín y Milú que organizar un buen debate en la Asamblea francesa sobre la eterna cuestión de si nuestros héroes son de derechas o de izquierdas? La ocurrencia ha sido del diputado de Democracia Liberal (DL) Dominique Bussereau, pero, tratándose de una propuesta tan francesa y de un personaje tan adorado -el club parlamentario de tintinófilos cuenta con 60 escaños-, el éxito de la iniciativa ha sido inmediato. Ya tenemos a los cuatro mosqueteros, dos conservadores (Didier Quentin -RPR- y André Santini -UDF-) y dos socialistas (Yann Galut y Jean-Marie Bockel), dispuestos batirse el próximo 3 de febrero. No obstante, el debate sobre la ideología derechista o izquierdista de Tintín no podrá hacerse en el hemiciclo, debido al apretado calendario legislativo.En realidad, Tintín no es un personaje francés, como no lo fue su creador, Georges Rémi (Hergé), sino belga; pero decir esto es entrar en menudencias irritantes entre vecinos de la misma lengua e ignorar la inagotable capacidad francesa para convertir en propio todo aquello que, incluso inconscientemente, representa lo más genuino del ser francés. Con 97,5 millones de ejemplares vendidos en el área francófona, puede decirse que hay un Tintín en cada ciudadano francés.

Ya lo dijo De Gaulle, con esa falsa modestia que administran tan sabiamente los estadistas: "En el fondo, mi único rival a nivel internacional es Tintín. Ambos somos pequeños seres que no nos dejamos avasallar por grandes personajes". Lo cierto es que, tras la desaparición de los grandes filósofos y con un Mitterrand desmitificado ahora por su antiguo ministro Rocard, Tintín es el único personaje universal francés que sobrevive en el imperio americano. ¿Es la búsqueda desesperada de héroes lo que explica que un duro como el ex ministro del Interior Charles Pasqua reclamara la legalización de todos los inmigrantes "sans papiers" al día siguiente de que los jugadores de piel más oscura de la selección azul dieran a Francia el Campeonato Mundial de Fútbol? ¿Qué pasa con la "doble nacionalidad" de la tenista Marie Pierce, "la americana" si los resultados son desfavorables? ¿Pasará a ser "nuestra compatriota" si el triunfo le sonríe?

Convertir a la Asamblea francesa en el château de Moulinsard del capitán Hacdock, el gran amigo de Tintín, puede parecer ocioso, pero no exactamente extravagante, en una sociedad de acusado gusto por la dialéctica, esa pasión que le permite a Francia contar con los mejores debates y coloquios y afrontar descarnadamente cuestiones lacerantes como el colaboracionismo de Vichy.

Puede decirse que el debate parlamentario sobre Tintín está abocado al empate infinito. El propio diputado Bussereau se ha anticipado a las conclusiones previstas. "Tintín es universal, y cada elector debe poder encontrar un Tintín a su medida". Hay obras, como Tintín en el país de los sóviets, que sugieren un Tintín alineado en la derecha, mientras otras, como Tintín en el país de los pícaros, apuntan a un Tintín más tercermundista. Aunque siempre habrá quien argumente que "quedan los matices, petit con [pequeño idiota]". ¡Ah!, los matices. El placer francés de la discusión.

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