"El español no es una lengua extranjera en Sarajevo"
Los rastros de nuestra cultura emergen periódicamente en los lugares más impensados. Los de la diáspora judía originada por la expulsión de los Reyes Católicos, en 1492, son algunos de los más desconocidos y también de los más reacios a desaparecer, incluso en lugares como en Sarajevo, donde todo parece tan difícil. "El español tiene para nosotros una importancia distinta de las otras lenguas, empezando por el hecho de que no es una lengua extranjera, porque ha impregnado nuestra habla cotidiana". Quien esto dice es Muhamed Nezirovic, que fuera el primer embajador de Bosnia-Herzegovina en Madrid y que ahora está empeñado en restablecer la enseñanza del español e introducir la del catalán en el Departamento de Lenguas Románicas de la Universidad de Sarajevo. Para ello, en el contexto del programa Pre-Tempus de la Unión Europea y el programa de cooperación de la Generalitat con las universidades de Bosnia-Herzegovina, el lingüista sigue estos días, entre otras cosas, un curso de reciclaje de técnicas de enseñanza en el Departamento de Traducción y Filología de la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona. "Sarajevo fue el centro de una importante comunidad judía sefardí. La capital bosnia fue la capital de la marca más occidental del Imperio Otomano. En 1545 llegaron los primeros judíos sefarditas procedentes de Salónica", explica. En Bosnia, asegura Nezirovic reafirmando el carácter abierto de esta sociedad, no existían los guetos. "Musulmanes, judíos y cristianos compartían las calles de Sarajevo, que fue un importantísimo centro rabínico y también literario. De los 55 romances en castellano judío que recopila Menéndez Pidal, 11 proceden de Sarajevo". Nazirovic no quiere utilizar el término ladino para referirse a esta lengua. "El ladino es la lengua religiosa de las escrituras", dice, y prefiere llamarlo judío español o gidjo (que se pronuncia guidió), como se le llama en Sarajevo a la lengua coloquial derivada del castellano cervantino. En su opinión, el español judío de Sarajevo es el más puro porque no cayó bajo la influencia francesa, impulsada a finales del siglo XIX por la Alianza Universal Israelí. "La lengua de Cervantes siguió su camino", dice, "mientras que en Turquía, en cambio, se impusieron muchos términos franceses". El judío español es una asignatura universitaria desde hace más de 20 años en Bosnia. Actualmente quedan en Sarajevo no más de un centenar de personas que hablan esta lengua, la mayoría gente de edad avanzada, pero en 1920 esta comunidad estaba compuesta por 11.000 miembros, que representaban la cuarta parte de la población total de la ciudad. En 1892 se fundó la sociedad cultural sefardí La Benevolencia, pero durante la II Guerra Mundial la comunidad judía fue prácticamente exterminada. Para añadirle un elemento más de herencia hispánica, Nezarovic cuenta que también a Sarajevo llegaron a finales del siglo XVI y principios del XVII algunas familias de moriscos expulsadas de España por Felipe II y que, incluso antes, en el siglo XV, existen referencias sobre un gobernador turco que recibía libros de Al-Andalus. "Yo tomí un cavé para razbiar el mamurluk" es la frase que pone como ejemplo para mostrar como se combinan tres de los idiomas de la historia balcánica. Tomí y cavé son variantes ortográficas de tomé y café. Razbiar procede del eslavo ravitzki, que significa romper, cortar. Mamurluk es borrachera en turco. La traducción es: "Yo me tomé un café para cortar la borrachera". Un hispanohablante, asegura Nezirovic, puede comprender hasta un 60% de esta lengua, que incluye también términos alemanes y franceses. Para completar la mezcla, Nezirovic apunta a los trazos catalanes que pueden rastrearse en el gidjo. "Por ejemplo, el verbo cal, del latín calare: "cal trabajar". Algunos de los sefardíes de Sarajevo aseguran que son de estirpe catalana". En Bosnia, explica, "las lenguas de cultura son en estos momentos el alemán y el italiano. En otros tiempos lo fue el francés, pero ahora está de baja. El español tiene para nosotros otro tipo de importancia, empezando por el hecho de que no es una lengua extranjera, porque ha impregnado nuestra habla cotidiana. Por ejemplo, en el mercado de Sarajevo todavía hoy en día se puede escuchar a los comerciantes gritar "callado" cuando piden silencio. No saben que es una palabra española, pero lo dicen". En la antigua Yugoslavia se hablaba el serbocroata. Pero, después de la guerra civil, cada uno de los Estados parece querer diferenciar su lengua, aunque sólo sea cambiándole el nombre. Nezirovic es bizantino. "En Bosnia", asegura, "se habla una sola lengua, o sea, bosnio, croata y serbio. En Croacia se habla croata y en Serbia se habla serbio. Creo que hay que reconocer el derecho de denominación de la lengua a cada pueblo. Como lingüista le diré que la lengua es la misma, con unas diferencias como las que puede haber entre el español de Zamora y el de Sevilla. Hay muy pocos dialectos; sólo el de Serbia meridional. Una diferencia es que los croatas y los bosnios tenemos infinitivos, y los serbios no, aunque los serbios de Bosnia sí que los tienen. Tenemos también dos alfabetos, el cirílico y el latino, y en las escuelas están presentes los dos. Pero la cuestión de los alfabetos dejó de tener importancia a finales del siglo pasado, a partir de la reforma, ya que en ambos casos son totalmente fonéticos. Nuestro idioma en cuestión tiene solo cinco vocales, como el castellano". Ahora, para su departamento de lenguas románicas, que levanta en parte gracias a la colaboración de la UPF, Nezirovic quiere un lector procedente de esta universidad y que sea bilingüe: castellano-catalán.
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