Juan Benet y la arquitectura
Una tarde de invierno, hace ya algunos años, Juan me hizo sentar frente a él como acostumbraba a hacer y me leyó un admirable párrafo de Roger Callois donde el autor hablaba de las costumbres de los emperadores de China. Decía aquel escrito que uno de los mayores peligros que podían acechar a aquellos monarcas era la manía de construir palacios. Algunos meses más tarde, con motivo fundado, tuve que recordárselo: se había encaprichado de una ruina en Sepúlveda, pueblo asolado los fines de semana por los voraces comedores de cordero lechal, y quería sumarlo a sus "palacios" por el puro placer de reconstruir.Debo aclarar que si algo le gustaba a Juan en este mundo era su casa, sus casas, por lo que tenía de chino y de felino. En Madrid vivía en un chalé de cuatro plantas construido por un anónimo arquitecto racionalista que le había dado estructura de torre -cada planta tenía sólo 60 metros-, la forma preferida de Juan, que amaba las escaleras y las consideraba altamente "higiénicas": sostenía que existe un músculo en la pierna que entra en movimiento exclusivamente cuando se desciende por una de ellas.
En las afueras del pueblo de Zarzalejo es posible que todavía exista la única casa que él construyó por entero, ya que los ingenieros siempre han estado autorizados a edificar sus propias viviendas. Era una casa de gran belleza arquitectónica, con mucha madera vista en el exterior, ventanas emplomadas y un aire entre masía y caserío. Sin embargo, tenía un gran defecto: la escalera, precisamente.
La primera vez que fuimos juntos a pasar un fin de semana, lo primero que me dijo al llegar a la retorcida base de dicha escalera fue: "Cuidado con la cabeza".
Pese a su propio aviso, él mismo se dio un coscorrón con lo que un ingeniero llamaría "error de gálibo".
-"¿Cómo, midiendo 1,90, has construido esta escalera con un techo tan bajo?", le pregunté.
-"¿Bajo?", respondió mientras se frotaba la cabeza. "Deberías haberla visto antes de que la reformara: tenía que subir a gatas".
Traigo todo esto a colación con motivo de la polémica ocasionada por el llamado "segundo borrador", que ha perpetrado el Gobierno con el fin de autorizar a los ingenieros para que puedan construir viviendas ajenas. Y pongo como ejemplo a Juan Benet porque no es susceptible de ser considerado un ingeniero necio o torpe.
A mi modo de ver, de la misma manera en que los estudiantes de Ingeniería se pasan varios años estudiando megaestructuras, los estudiantes de Arquitectura se preparan para aplicar la escala humana a todos sus proyectos.
Por otra parte, de forma casual y por vivir en el barrio más bello de mi ciudad, al que acuden para instalar sus estudios o viviendas los jóvenes arquitectos, he tenido ocasión de frecuentar el trato de muchos de ellos y conocer la explotación que sufren (la hora de trabajo de arquitecto joven es más barata que la de una asistenta) y la escasez de trabajo con la que se enfrentan. No hay más que ver sus declaraciones de hacienda, con el triste "sin actividad", para percatarse de que se está cometiendo un grave error y que el desarrollo de esta ley, si se llevara a término, pondría a los arquitectos, que no pueden disponer de los medios técnicos de los grandes estudios de Ingeniería, a sueldo y merced de los ingenieros, para mayor deterioro de la calidad de vida de los usuarios de las futuras viviendas.-
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