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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Japón no convence

EL GOBIERNO japonés sigue intentándolo, pero sus iniciativas para sacar a la segunda economía mundial de su profunda recesión chocan una y otra vez, dentro y fuera, con un acrisolado escepticismo. Así ocurre con el reciente paquete de 196.000 millones de dólares (27 billones de pesetas, el 4% del PIB) presentado por el primer ministro Keizo Obuchi. Clinton decía antes de abandonar Tokio la semana pasada, después de advertir contra los efectos del proteccionismo nipón, que nada es más importante para Asia que arrancar de nuevo el motor económico japonés, al ralentí desde hace cinco años. El presidente estadounidense ha visitado Japón con los titulares aún calientes de la iniciativa conjunta Washington-Tokio para resucitar Asia con 10.000 millones de dólares. Pero, en la cumbre de Kuala Lumpur, Japón ha bloqueado un acuerdo de eliminación de aranceles para proteger a sus industrias maderera y pesquera.El último plan de Obuchi para suministrar oxígeno a su economía en recesión es vago y confuso como otros precedentes. Es casi imposible saber cuánto dinero de la astronómica cifra es nuevo y cuánto gotea de iniciativas anteriores. Prevé estímulo fiscal, más gasto público, recortes impositivos y hasta 6.000 millones de dólares en bonos regalo, de alrededor de 23.000 pesetas, para ciudadanos de rentas bajas. Pero la gran incógnita, como siempre, es la voluntad política para aplicarlo. En la mejor tradición nipona, y para asegurarse su trámite parlamentario a partir del próximo día 27, el primer ministro, jefe del Partido Liberal Democrático (PLD), que lleva medio siglo en el poder, se ha aliado con su archienemigo Ichiro Ozawa, tránsfuga del PLD y líder del dividido Partido Liberal.

La apatía de los consumidores japoneses es sólo un síntoma de la enfermedad real: la colusión histórica de privilegiados grupos de intereses con un sistema bancario carcomido cuyos incobrables rondan el billón de dólares. El Gobierno anima a los bancos a prestar más. Casi 50.000 millones del programa de resurrección, la cuarta parte, irán a mantener vivas empresas desahuciadas. Mientras, la reforma bancaria real está prácticamente paralizada, porque no hay evaluaciones serias sobre qué bancos merecen ser rescatados y cuáles no. Los planes de ayuda masiva no siempre funcionan. En el caso japonés, como señala la reacción del mercado (Moody's acaba de rebajar la calidad crediticia nipona), este Titanic de 27 billones de pesetas puede acabar impidiendo lo que el país asiático realmente necesita: la destrucción creativa de sus fosilizadas estructuras. El problema de Japón es un sistema político irremisiblemente desgastado.

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