España vuela alto en Italia
La selección, con un fútbol excelente en la segunda parte, mereció más que un simple empate en Salerno
Primero con intensidad y después con un juego espléndido, España disipó las dudas sobre su poderío. Un equipo que se suponía menor, actuó de forma muy convincente, con dos protagonistas indiscutibles. Cuando se trató de una cuestión de carácter, Michel Salgado fue una fiera; cuando llegó la hora del gran fútbol, Valerón lo interpretó con tanta exquisitez, con tanta precisión, que la selección española abrumó a la italiana, satisfecha con un empate que no mereció.Habida cuenta que Italia administra sus ventajas con bastantes garantías, la selección española tuvo el mérito de levantar el vuelo después de un comienzo muy preocupante. Durante un cuarto de hora, exactamente el periodo que se tomaron los italianos para asediar a Cañizares y marcar un gol, España pareció un equipo sin recursos, expuesto a un desastre que no se consumó por dos razones: porque España se recuperó primero con sufrimiento y luego con fútbol y porque a la selección italiana le atacó el virus especulador. Declaró su victoria en el partido tras el tanto de Inzaghi. Este gesto de soberbia le resultó desastroso. Italia vive tiempos de crisis y no tiene la solvencia para dirigir los encuentros a su antojo. Ni en el juego de ataque, ni en el aspecto defensivo.
ITALIA, 2
ESPAÑA, 2Italia: Peruzzi; Panucci (Torricelli, m.45), Cannavaro, Maldini, Favalli (Pessoto, m. 60); Fuser (Chiesa, m.46), Albertini (Tomassi, m.46), Dino Baggio (Di Biagio, m.46), Di Francesco; Totti e Inzaghi. España: Cañizares (Toni, m.83); Michel Salgado, Marcelino, Paco, Sergi (Aranzabal, m.64); Etxeberria (Dani, m.46), Engonga (Helguera, m.46), Alkiza (Valerón, m.46), De Pedro; Raúl y Urzaiz (Sánchez, m.79). Goles: 1-0. M.14. Totti supera a los centrales españoles con un globo e Inzaghi remata a la red. 1-1. M.33. Michel Salgado se interna en el área, se va de dos italianos, cuelga al segundo palo desde la línea de fondo y De Pedro cabecea a placer. 2-1. M.73. Inzaghi se revuelve dentro del área y marca. 2-2. M.80. Raúl transforma un penalti cometido sobre Sánchez. Árbitro: Meese (Bélgica). 15.000 espectadores en el estadio Arechi de Salerno. Partido amistoso.
Italia fue Totti. Y Totti apareció durante 15 minutos. En el arranque del partido estuvo imparable, con la particularidad de que ningún defensa español leyó sus movimientos. Totti salió en la delantera, pero su condición es la de mediapunta. Tiende a volantear en esos espacios donde los centrales se sienten inseguros. Ni Marcelino ni Paco le siguieron, con consecuencias funestas. Totti se adueñó del partido y a su alrededor giró la selección italiana. España pasó un mal rato, sometida en todos los sentidos. No jugaba y defendía sin rigor. El tanto de Inzaghi cerró el primer capítulo del partido, que giró inopinadamente.
Cuando Italia decidió convertirse en la vieja Italia se equivocó gravemente. Primero dio carrete a España, que se tomó un respiro después de un comienzo muy sospechoso, donde pudo pensarse en la falta de espesor de un equipo confeccionado en circunstancias complicadas. Pero superado el primer sofocón, España consiguió encontrar el hilo al partido. Le favoreció el repliegue de los italianos, que no consiguen quitarse del vicio conservador, pero también fue honorable la capacidad para competir de unos jugadores poco probados en partidos de gran rango.
Aunque cada cual hizo lo suyo en la paulatina emergencia de la selección española, ninguno fue más decisivo que Michel Salgado. Jugador infatigable desde sus días de juvenil, Salgado vive ahora un periodo de euforia. Su despliegue resultó excesivo para Di Francesco, que le vio pasar una y otra vez por la banda derecha. Su intensidad tuvo un efecto contagioso en el equipo, que empezó a moverse con vitalidad y cierto criterio. Sin excesos, porque esa cuestión quedó particularizada en Salgado, protagonista de la mayoría de las acciones de ataque y del gol concretado por De Pedro. Fue una jugada poderosa y tenaz, un golpe de arrebato que sorprendió a los defensas italianos.
El corte del encuentro cambió radicalmente. Italia se había salido del partido. España estaba dentro. Fue el momento de observar los valores futbolísticos de cada uno. Se vio a una Italia menor, afectada por los errores que han lastrado a su fútbol en los últimos años. Su desprecio por la elaboración ha terminado por llevar a sus centrocampistas a la irrelevancia. Ni Albertini, ni Dino Baggio, ni Di Francesco tienen intuición y calidad. Son jugadores mecánicos, obedientes a la táctica y poco más.
La diferencia entre la escuela española y la italiana se observó de forma meridiana en el segundo tiempo. La entrada de Valerón, Dani y Helguera marcó un cambio absoluto en el partido, que fue dirigido sin complejos por España. La superioridad se estableció a partir del uso del balón, que fue magnífico en el equipo de Camacho y pésimo entre los italianos, que consideran la pelota como una molestia. Si durante un largo periodo se había vivido del impagable esfuerzo de Michel Salgado, la segunda parte tuvo un gran contenido futbolístico. En este sentido, Iván Helguera y sobre todo Valerón fueron determinantes en el abismo que se abrió entre los equipos.
Valerón interpreta el fútbol como una obra coral. Se asocia con todo el mundo, lo hace con precisión, se mueve con inteligencia y se reserva la cuota de calidad que le permite salirse del guión y realizar lo imprevisto. Curioso que un jugador con tanta tendencia al juego correcto sea capaz de sorprender con lo extraordinario. Con su paso suave, su capacidad para desplazarse silenciosamente y su facilidad para elegir, Valerón capitalizó el buen juego de la selección, que se sintió cómoda, liberada, con la determinación de proseguir en su ley. La pelota ante todo, la asociación por descontado, el resto vendría por si solo.
Ni el segundo gol de Inzaghi varió el curso de un partido que España empató sin demasiada justicia. Porque la justicia se habría entendido con la victoria de la selección española, el único que jugó al fútbol. Y muy bien casi siempre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.