Jostein Gaarder anima a los jóvenes a que busquen los valores que no se compran
El autor noruego da en Madrid dos apasionadas lecciones sobre amistad y compromiso
Lo único que tiene de tópico nórdico Jostein Gaarder es el pelo. Por lo demás, es un duende del sur. Apasionado y profundo, hiperactivo y fumador, locuaz y creativo... "No puedo evitarlo, me apasiona el flamenco, su desesperación por lo corta que es la vida y su pasión por vivir", dijo por la mañana el autor de El mundo de Sofía en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Por la tarde, animó a un auditorio joven a buscar la pasión y el compromiso. "El dinero no compra nada importante. Lo que cuenta es salir al ágora, comunicarse y sentir ese mágico misterio de vivir".
La visita del best seller noruego de 46 años -un modesto profesor reconvertido en novelista y pedagogo de fama mundial gracias a su primer libro, El mundo de Sofía, que resumía la Historia de la Filosofía y la hacía accesible para todos los públicos- tiene que ver con el 50º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, que se cumple el próximo 10 de diciembre. Noruega ha elegido ese aniversario como tema de las conferencias que cada año dedica a recordar la figura y el espírirtu de Fridtjof Nansen, explorador, diplomático y premio Nobel de la Paz en 1922. Así que Gaarder comenzó su frenética intervención matinal (ante una decena de periodistas) yendo al grano: "Es muy serio conmemorar la declaración firmada en París en 1948. Los derechos humanos siguen siendo violados, y sin esa legislación trasnacional, que es quizá la más importante y concreta contribución práctica de la reflexión filosófica, el mejor resumen de 2.000 años de pensamiento, sería imposible acusar y procesar a gente como Pinochet o Karadzic. A éste, por cierto, la OTAN le puede detener en su propio país, no sé por qué Pinochet es un caso distinto".Pero Gaarder va un poco más allá. "El próximo siglo necesita un paso más en el compromiso global por la justicia y el desarrollo. Requiere una Declaración de Obligaciones Humanas. Porque no tiene sentido seguir hablando de derechos si no nos marcamos unas responsabilidades. La tierra está en peligro, el sistema económico basado en el beneficio inmediato choca con la preservación de la naturaleza, sigue habiendo dictaduras terribles, el medio ambiente tiene unos límites... Y hay que comprometerse con eso de una forma global y organizada".
Gaarder habla con un entusiasmo contagioso y la energía de un líder convencido. Y además predica con el ejemplo. Cuenta que ha invertido "una parte del inmenso montón de dinero" que ha ganado con sus libros en la Fundación Sophie (por su personaje) y que ha instituido un premio anual, dotado con 100.000 dólares, para "reconocer a los individuos e instituciones que den nuevas respuestas éticas a las necesidades del desarrollo, la movilización social, la calidad de vida y la justa distribución de los recursos naturales".
"Porque, se lo crean o no", añade sin pausa, "el dinero no importa nada. Mis valores son, por este orden, salud, vida en pareja con erotismo, amistad y naturaleza salvaje. Y ninguno de ellos se puede comprar".
A pesar "de tantas decepciones sufridas", cree que hay que seguir creyendo en el progreso. "Hemos avanzado. Somos la primera generación que de verdad está cambiando el clima del mundo, y debemos ser la última que paga el precio de las barbaridades realizadas. Es nuestra obligación hacia los jóvenes hacer cosas prácticas, porque ellos creen que no hay nada que hacer".
Pero no es la política el camino, ni la filosofía, ni la literatura, sino el sentimiento y la pasión. "Ya no hay políticos que arrastren o emocionen a la gente, que ofrezcan sudor, lágrimas y trabajo. Son unos cobardes. Los filósofos han sido superados por los científicos, ellos responden ahora a las preguntas clave. Pero la biología no cuenta toda la verdad. El futuro es de los individuos con coraje, de los que sienten que participan en un proceso mayor que ellos mismos. Tenemos una plataforma común: el pasado, la cultura, la naturaleza. Ya que no podemos entendernos al 100%, debemos sentirnos parte de este misterio mágico que es la vida, derribar el muro que nos separa de los niños, salir al ágora, a la plaza, y comunicarnos. Y buscar allí las respuestas. Quizá sólo los poetas la conozcan... Por eso me apasiona el flamenco: sabe que la vida es muy corta, conoce la desesperación que eso pruduce, pero la vive a fondo, con el fuego siempre encendido".
Babelia
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