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Tribuna
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Caviar y mantequilla

Juan Cruz

El comentarista que ilustró el Barça-Tenerife para los televidentes de Canal Satélite puso sobre el césped del Camp Nou la primera alusión gastronómica: una temprana jugada de Rivaldo fue "caviar sobre el campo", dijo; después de aquel caviar, y durante mucho tiempo, la mezcla fue absoluta en los dos contendientes: gofio mezclado con plátanos, con queso, y también con mantequilla, gofio con café brasileño y también con agua de firgas, mantequilla holandesa, mantequilla sosa, butifarra de régimen; una primera parte dietética hecha con alimentos pesados que ambos equipos digerían como si se les hubieran atragantado las albóndigas de la Liga. La vista se mudó de sitio y tanto los tinerfeños como los barcelonistas empezaron a mirar hacia sus banquillos o hacia sus gradas de oro o de mucha plata: De la Peña, Nadal, Guardiola, Luis Enrique, Pellegrino (¡que además estaban en el palco!), o Felipe, Juanele, Jokanovic, Hapal, Kodro... Los aficionados tan mudables del Barça vivieron la famosa incertidumbre de los últimos minutos después del gol súbito de Makaay, mantequilla en las venas, y desde las gradas florecieron los pañuelos blancos que en este caso caerían sobre Van Gaal, mantequilla en el alma, como una lluvia de gofio. La atmósfera era tan pesada en los minutos intermedios de la realidad del empate y la ilusión de la victoria de los tinerfeños que de pronto se inundó el campo de viejas premoniciones recientes: el Barça del caviar tiene mantequilla en las botas, ya perdió la convicción de ganar, y el Tenerife, que tiene en su conjunto cierta densidad de mantequilla y algunos toques cariocas que le vienen de antiguo, amenazó con apropiarse del caviar, que mezclado con gofio causa estragos en un área cuya defensa no es capaz de digerir alimentos fuertes. Fue por poco tiempo esa ilusión isleña porque en aquel prado de tulipanes se iba a producir la conjunción que ha hecho que este equipo dubitativo que es el Barça en defensa empezara a prosperar arriba gracias justamente a su cantidad de caviar puro: Rivaldo dice que Dios inventó el fútbol para hacer felices a algunos brasileños; esa es la felicidad con la que ha ilustrado su juego, para salvar con el caviar la butifarra de mantequilla; en compañía de Kluivert, que une a su cara de niño competitivo los pies más generosos del fútbol español, Rivaldo le ayudó a Van Gaal a recoger los papeles perdidos. Y la afición infiel tachó de momento las pancartas con las que denosta o añora a Johan Cruyff mientras el otro holandés toma notas como si fuera Bartleby el escribiente. Es curioso: mientras el Barça fue caviar, su juego se pareció al que predicaba aquel holandés errante, y cuando el Tenerife también se dio a sí mismo su buena dosis de ese alimento de ricos, el equipo de Lillo se parecía al añorado conjunto de los tiempos de Valdano.

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