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Atrapados en Lizarra

Cada vez se entiende mejor el malhumor de Arzalluz en la noche electoral: no había previsto una victoria que sin dejar de serlo dejara al PNV atrapado entre sus compromisos de Lizarra y su vocación de partido de gobierno. Para salir de esa trampa necesita ayuda exterior.Que los resultados no son una repetición de los de hace cuatro años, pese a que se mantenga el tanteo global 41/34, es una realidad que podría escenificarse en la sesión de investidura del nuevo lehendakari. Si no hay tripartito con el PSOE, como quiere Ibarretxe, el candidato del PNV no sólo no tendrá mayoría absoluta en primera votación, sino que podría ser batido en segunda por un candidato apoyado por PP y PSOE.

Estas formaciones sumarían ahora 30 votos (antes, 23), mientras que PNV y EA no pasarían de 27. Ni siquiera con el refuerzo de Izquierda Unida (dos escaños) superarían esos dos partidos nacionalistas a un eventual candidato respaldado por socialistas y populares. Y no bastaría con la abstención de Euskal Herritarrok (EH, 14 escaños). Los de Otegi tendrían que mojarse: votar en el parlamento vascongado, cuya legitimidad hasta ahora no han reconocido, en favor de Ibarretxe. En esas condiciones, casi se comprende que Otegi se permita vetar al candidato para presidir el Parlamento (Atutxa).

El problema es si los sectores del PNV -afiliados y votantes- que han asistido con desconfianza al deslizamiento hacia el radicalismo de los últimos tiempos seguirán viendo como propio un gobierno en el que Otegi tenga derecho de veto.

Improbable candidato

Por supuesto, es altamente improbable que PP y PSOE se atrevan a presentar y votar un candidato conjunto. Pero el hecho mismo de que la mayoría nacionalista dependa de EH, so pena de que surja una mayoría alternativa, tiene que resultar inquietante para el votante nacionalista medio. Y también para los dirigentes del PNV no cegados por la pasión: no pueden ignorar que la segunda fuerza es ahora un partido que compite por el mismo sector social del electorado. Sobre todo en las ciudades.Exista o no el compromiso del PNV con ETA y HB que Iturgáiz denunció durante la campaña, parece evidente que la composición y primeras actuaciones del Gobierno vasco se han convertido en el criterio de evaluación del grado de cumplimiento del PNV respecto al acuerdo de Lizarra.

Evaluación a realizar por ETA y HB, según la versión que sostiene que en la trastienda de Lizarra hubo un compromiso formal en tal sentido. El PNV lo niega, pero otras fuentes aseguran que el compromiso no público se refería a la aceptación de una estrategia conjunta de construcción nacional -expresión de significación imprecisa pero convertida en seña de identidad de ETA y HB-, al impulso de una política lingüística más activa y al establecimiento de acuerdos en los ayuntamientos. ETA realizaría una primera evaluación de esos compromisos a comienzos de año, tras la constitución del Gobierno vasco y una segunda antes (o inmediatamente después) de las elecciones municipales de junio.

Puede que no sea exactamente ese el contenido, e incluso que no se trate de un compromiso formal por escrito sino de un acuerdo implícito sobre ideas intercambiadas, etcétera. Sin embargo, lo importante es cómo lo interpreta el mundo de ETA/HB. Y sobre esto hay antecedentes inquietantes: desde la versión que Bandrés recibió de cómo interiorizaron los poli-milis las palabras de Arzalluz en víspera de su autodisolución, hasta las actas de HB que recogen la metáfora, atribuida al presidente del PNV, según la cual unos mueven el árbol y otros recogen las nueces.

Ahora, Otegi dice que su partido no es entorno de nadie pero a renglón seguido insta al Gobierno a "habilitar una mesa de negociación política con la organización armada". También va muy lejos el nuevo líder de la izquierda abertzale al desautorizar la incorporación del PSOE porque "no estamos ante un gobierno que vuelva a gestionar recursos estatutarios". Arnaldo Otegi se compromete a apoyar desde las instituciones un gobierno nacionalista siempre que sus objetivos sean "iniciar la transición hacia un nuevo modelo político" y avanzar hacia la "asamblea nacional de ayuntamientos vascos".

En cuanto al Gobierno de España, es "imprescindible que haga una declaración como la de Downing Street" comprometiéndose a respetar la voluntad de los "ciudadanos del País Vasco y Navarra".

En otras palabras, los socios del PNV en Lizarra se toman en serio la metáfora que asegura que el PNV se ha pasado al MLNV y dan por terreno conquistado el abandono del Estatuto de Gernika por parte del partido que lleva 18 años gobernando la Comunidad Autónoma Vasca. Y demuestran tener cierta confusión sobre los criterios democráticos.

Tal vez ha habido un exceso de celo en el adaptacionismo, siempre con las mejores intenciones, del PNV a sus interlocutores. En todo caso, parece urgente que les desengañe respecto a esa idea de que la mayoría de los vascos han avalado un programa de abandono y superación del marco autonómico e inicio de un proceso constituyente; también respecto a la creencia de que la paz depende de lo que hagan los demás. La paz depende de ETA, porque no existe ninguna causa que justifique matar.

El mundo de ETA/HB tendrá que aprender a admitir que sus aspiraciones -por ejemplo, la constitución de una entidad política conjunta de las siete provincias-, por legítimas y hasta irrenunciables que las consideren, no dejan de ser objetivos de un sector de la población, y no condición previa sin cuya aceptación el sistema no podrá ser consdiderado democrático.

Un paso atrás

La idea de una asamblea conjunta de ayuntamientos de Euskadi, Navarra y los territorios vascos de Francia es defendible como programa, pero también criticable. De entrada, supone un paso atrás impresionante en términos de democracia. El voto de Bilbao, por ejemplo, no podría valer lo mismo que el de una aldea del valle de Arratia; y otorgar al alcalde la representación única de un municipio de composición plural es más que discutible. A modo de ejemplo, si hoy se reuniera una asamblea de alcaldes de la Comunidad Autónoma Vasca, el PNV contaría con 147 votos, EA con 27 y HB con 22. Los nacionalistas, por tanto, con cerca de 200 votos. Por su parte, el PSOE tendría 17, y el PP, tres. Izquierda Unida no tendría representación. ¿Sería ése un reflejo cabal de la actual sociedad vasca?No lo sería, pero la cuestión es si el PNV estará dispuesto a llevar su aclimatación al ambiente de Lizarra hasta la participación en ese proyecto, cuya lógica interna es la de oponer otra legitimidad a la de las instituciones emanadas del Estatuto de Gernika.

El mundo de ETA/HB tiene que hacer la experiencia de la democracia. Más concretamente, tiene que acostumbrarse a argumentar sin el refuerzo de la amenaza, explícita o implícita. Hay acuerdo sobre la importancia de impulsar ese aprendizaje, pero dudas sobre la forma de favorecerlo. Por ejemplo, ceder a su presión para que el PNV renuncie a formar un gobierno tripartito, con participación de los socialistas, sería transmitirles el mensaje de que su veto es atendido. Pero también cabe pensar que un compromiso por su parte de respaldar un gobierno nacionalista estimule una evolución hacia el realismo. Esa evolución la hicieron en los primeros años de la transición muchos partidos -y sobre todo muchos militantes- provenientes de la oposición más radical al franquismo. Otras formaciones, como el Bloque de Xosé Manuel Beiras, evolucionaron posteriormente, a medida que iban adquiriendo responsabilidades como oposición parlamentaria. Tal vez la maduración de HB pase por su apoyo exterior a un Gobierno en el que no participa.Quizás como preparación para una participación en el gobierno de alguna Diputación.

También hay dudas en el nacionalismo vasco sobre la dosis de adaptación y responsabilidad a aplicar en relación al asunto de los presos. Arzalluz salió el jueves amenazando con sumarse a las movilizaciones del entorno de ETA si para Navidades no había acercamiento de presos; de inmediato aparecieron los portavoces de HB diciendo que no había por qué esperar a Navidades y proponiendo mociones en los ayuntamientos. En un tiempo a esa política se le llamaba "de desbordamiento". En sectores del PNV hay temor a un desbordamiento de las propias iniciativas por parte del nacionalismo radical si la gobernabilidad depende de sus votos en el parlamento.

Lo reconozca o no, el PNV necesita ayuda para salir de la trampa en que se ha metido. Arzalluz ya dijo que su partido no aceptaba presiones sobre su política de alianzas y que "ni con la pistola en la nuca" rompería sus compromisos con otras formaciones. Pero si los socialistas no aceptaran integrarse en un tripartito con hegemonía nacionalista tendrá seguramente dificultades. Dentro y fuera de su partido. De momento, puede ir dando por perdida la Diputación de Álava en favor del PP, y tal vez EH, mayoritaria en Guipúzcoa, reclame la Diputación de ese territorio tras las elecciones locales.

Salir del laberinto

Los socialistas podrían tener interés en ayudar al PNV a salir de ese laberinto sólo si la negociación buscase realmente la recomposición del consenso sobre las bases compartidas: el Estatuto y el Pacto de Ajuria Enea. Si, al revés, son el PNV y EA quienes ponen a los socialistas condiciones incompatibles con las resoluciones de su último congreso, estarán apostando por quedarse en Lizarra.Tal vez sea inevitable pasar por esa experiencia. Pues o bien Euskal Herritarrok se adapta a las circunstancias y acepta de hecho las instituciones emanadas del Estatuto, lo que sería bueno desde cualquier punto de vista; o bien se habrá demostrado que no existen mayorías no articulables: que la idea de que Lizarra representa a la mayoría soberanista de Euskal Herria, como sostienen los articulistas del periódico que ha sustituido a Egin y el redactor de los comunicados de ETA, es una fantasía.

La ETA residual de fines de los setenta tuvo que improvisar nuevos motivos que justificaran su resistencia a desaparecer. Del arsenal teórico de la extrema izquierda tomó ideas como la de la autodeterminación y la soberanía. La estrategia de la negociación consistía esencialmente en condicionar la paz a la concesión de esos objetivos, considerados inasimilables. Por eso, y no porque ocuparan un lugar central en las preocupaciones de los vascos, pasaron a primer plano. Y por eso también, los partidos autonomistas se adaptaron a ellas y las colocaron en su propio blasón: para tender puentes.

Pero este radicalismo dominguero es bastante artificioso, y de ahí el tono siempre malhumorado en que se expresa. El temor a que la gente acabe tomándose en serio el radicalismo y dando su voto a EH preocupa mucho, pero aún preocupa más el de que los ciudadanos pasen a tomárselo a broma, y de ahí el dramatismo verbal que ha sustituido a la amenaza de ETA. Sin embargo, un destacado dirigente del PNV, Joseba Arregi, acaba de decir que la tarea de los políticos es ahora "ofrecer proyectos capaces de articular la pluralidad del país". Y no sólo de representar a la propia cofradía, podría añadirse.

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