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Entrevista:

RAFAEL ORTIZ ALFAU PINTOR "La acuarela es una técnica rápida, temperamental"

La pintura de Rafael Ortiz Alfau, de 63 años, refleja los paisajes que en algún momento de su vida le han rodeado. Los colores de la acuarela evocan los puertos de Bermeo o Getaria, las siluetas de la ría del Nervión, la costa bretona, los tranvías de Lisboa o las aldeas de la sierra de Albarracín con suavidad, con manchas etéreas. "Una de las virtudes de la acuarela es su espontaneidad. Es una técnica temperamental, rápida, que te obliga a romper muchos papeles", dice ante una treintena de cuadros que se expone hasta el fin de semana en la galería Caledonia (Ercilla, 9) de Bilbao. "Pinto hacia dentro, con intimismo; para mí mismo, no para que lo vean los demás". Ortiz Alfau tomó el camino profesional de la pintura en plena madurez, tras diez años de trabajo en la banca y otros tantos como dibujante de publicidad. "Me dedique de lleno a pintar y a ilustrar después de haber sido mucho tiempo un pintor dominguero", recuerda. Fue entonces para una semana a Cadaqués (Girona) y se quedó 18 años, pero allí siguió pintando la luz del Cantábrico que se llevó en decenas de apuntes y fotografías. "Un pintor, sobre todo si es paisajista, debe tener amplitud de perspectivas diferentes. Cuantas más tenga, más enriquece su obra". Y recomienda para ello conocer mundo: "Un pintor tiene que viajar". En Oporto logró exponer por vez primera y encontró su su segunda casa, a la que vuelve con sus pinturas cada dos años. Allí aprendió que el turismo puede acabar estropeando un país y el carácter afable de su gente. "En Portugal, están todavía bastante puros", asegura. "Pero al contacto con masas de turistas, la gente se vuelve muy positivista y se desentienden de las personas a las que no pueden sacar nada", afirma. En Bilbao, su ciudad natal, en cambio, ha descubierto que la llegada de turistas atraídos por el Museo Guggenheim tiene un efecto beneficioso. "La gente está muy contenta, pero no sé si se van a cansar. En ciudades como Venecia o en el monte Saint Michael, en Bretaña, han llegado a odiar a los turistas", dice. Desde su veteranía, Ortiz Alfau sigue el trabajo de los artistas más jóvenes, atento a sus exposiciones, con la satisfacción de descubrir que disfrutan de oportunidades de formación que se les negaron a los creadores de generaciones anteriores. "En algunos casos están infravalorados y otros, en cambio, son supervalorados", opina Ortiz Alfau. Rehúsa, sin embargo, descender a los nombres concretos. "Admiro a mucha gente, pero son amigos y si te olvidas de alguno..." Su vocación de pintar paisajes a la acuarela, le ha dejado tiempo para practicar la figuración y pintar bodegones. En su cabeza bulle, ahora, la idea de una gran exposición de pintura al óleo. Será antes de que llegue el año 2000.

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